lunes, 25 de junio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 13

—Por supuesto, Paula—sonrió Marcos, reprimiendo su frustración por la entereza con que había salido ésta de la encerrona—. Aunque, queridos telespectadores, permítanme adelantarles que no sólo el coche de Paula se inflamó la semana pasada. ¿Podrá el ex campeón mundial de automovilismo dirigir el volante de la vida de Paula Chaves? No se pierdan el próximo programa de De costa a costa.

Paula estaba indignada y, tan pronto como terminó el programa, se dirigió a Marcos hecha una furia.

—¿Cómo has podido montar este reportaje sin consultarme a mí antes?

—A los jefes les ha encantado —se encogió de hombros.

—Pero era mi reportaje.

—Reconócelo, Paula—la miró desde su mayor estatura—. Tú no tenías la menor intención de acabar con el anonimato de Pedro Alfonso.

—¡Por supuesto que no! —exclamó iracunda—. Le prometí que no revelaría su identidad.

—Que le prometiste, ¿Qué? —intervino la productora.

Paula no había visto que Diana Blake se había acercado a ella por la espalda. Ya no podía sino seguir adelante.

—Pedro me salvó la vida. Lo menos que podía hacer por él era preservar su intimidad.

—¡Eres una periodista, Paula! —le reprochó Diana—. Y éste es un gran reportaje. Deberías estar investigando a qué se dedica, escondido en su casita, y dejarte de promesas tontas. ¿Cuánto tiempo pensabas ocultar esta bomba?

—No es ninguna bomba —replicó Paula—. Pedro es un hombre normal y corriente y no tenemos derecho a violar su intimidad —añadió.

La verdad es que no se atrevía a reconocerse por qué no había investigado más en la vida privada de Pedro, temerosa, quizá, de descubrir algo demasiado espinoso. No, él no estaba involucrado en ningún asunto turbio. No podía pensar así de él. Ésa no era manera de agradecerle que le hubiera salvado la vida.

—¿Normal y corriente? —repitió Diana con incredulidad—. Eso será según tu punto de vista. Menos mal que Marcos me advirtió que harías lo posible por impedir que el reportaje saliera adelante.

—Muchas gracias por actuar a mis espaldas, compañero —Paula se dirigió a Marcos.

—Lo de compañero es relativo —intervino Diana antes de que Marcos tuviera tiempo de contestar—. Tu poca profesionalidad en este tema seguro que acelerará la elección del presentador fijo del programa. No podrás echarnos la culpa por desear que nuestros trabajadores sean fieles a nuestro programa.

Paula  no tenía argumentos. Desde el punto de vista empresarial, Diana estaba en lo cierto. Había concedido más importancia a sus sentimientos por Pedro que a su deber como periodista. Pero no se sentía enfadada consigo misma por rechazar ese periodismo morboso que se alimentaba de los sentimientos de las personas, regodeándose en su dolor y sus desgracias. Tal vez no fuera una gran periodista, pero no quería cambiar en ese sentido.

—Lo dices como si ya estuviese todo decidido —comentó con serena dignidad.

—Seguirás trabajando para nosotros —respondió Diana.

—¿Haciendo qué?

—Preparando tus propios reportajes, como hasta ahora —intervino Marcos, haciéndose el magnánimo.

—¿En El show de Marcos Nero? —preguntó Paula con el ánimo por los suelos. La cara de Marcos se iluminó y sacó pecho para demostrar su satisfacción—. Entonces les ahorraré la molestia de que me despidan —añadió.

Conociendo la dudosa ética profesional de Richard, Sarah estaba segura de que antes o después acabarían enfrentándose de nuevo y que, llegado tal momento, él prescindiría de sus servicios. ¿Para qué aguantar hasta entonces?

Diana estaba muy sorprendida. Había dado por supuesto que Paula habría preferido seguir en el programa, en un segundo plano, a afrontar la amenaza del desempleo.

—No hay por qué apresurarse —acertó a decir—. Todavía no es oficial.

—Pero lo será —apuntó Marcos—. Puede que la decisión de Paula sea lo mejor para todos.

Tal vez para él, pensó Paula, no tan segura de sus fuerzas. Quedarse en el paro era pagar un precio muy elevado por defender sus principios. Aunque jamás podría trabajar para ese hombre. No era la primera vez que Marcos hería a alguien adrede para lograr sus objetivos. Pedro no se había merecido que destruyeran su tranquilidad. Conocía lo impertinentes que podían ser los periodistas y estaba convencida de que no tardarían en acampar delante de la casa de Pedro. Ella no había tardado en descubrir su escondite, después de saber por dónde empezar a buscar, y afuera había compañeros mucho más persistentes que no descansarían hasta dar con Pedro. ¿Qué ocurriría entonces? ¿Se vería obligado a buscarse otro refugio para poder vivir el estilo de vida que había elegido? Estaba descorazonada. Rescatarla del coche se había vuelto en contra de Pedro, que era lo último que ella había pretendido. Se puso firme y disimuló su dolor para que no se le saltasen las lágrimas. Aunque estuviera destrozada, no debía permitir que nadie lo sospechara.

—Firmaré el finiquito en cuanto formalicen los detalles —le comunicó a Diana—. Me iré sin hacer ruido para evitar escándalos... El programa es tuyo —le dijo a Marcos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario