viernes, 22 de junio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 10

—Muy bien —dijo Pedro, que reconoció los nombres de sus hermanas—. Así que en tu familia hay una top model y la, posiblemente, futura primera ministra de Australia. ¿Y qué?

—¿Y qué? Pues que sólo puedo estar a su altura si mantengo mi actual trabajo —contestó con un cierto grado de desesperación—. ¿Nunca has deseado algo con tanta fuerza que prácticamente podías tocarlo con las manos?

—Está claro que no sabes mucho de la alta competición de automovilismo; si no, no necesitarías hacerme esa pregunta —replicó Pedro—. Lograr el campeonato del mundo es el sueño de todos los que corremos, y la ilusión por ganarlo sigue intacta por muchas veces que hayas subido al cajón más alto del podio. La cuestión es que yo perseguía ese objetivo porque eso era lo que deseaba con más fuerza; no para demostrarle nada a nadie. Como persona, cada uno es como es y no tiene que andar demostrando nada ni justificándose ante los demás, Paula.

—En teoría, tienes razón. El problema es pensar así cuando estoy cerca de mi familia.

En esos últimos minutos, Paula le había contado más de su vida personal de lo que normalmente le contaba a nadie, pensó sorprendida. Pedro podría hacer públicas sus confesiones y ganar mucho dinero con la exclusiva; y, aunque estaba segura de que él no haría nunca algo así, no podía evitar sentirse violenta por haberse abierto tanto a un hombre al que apenas conocía. Aunque tampoco podía considerarlo un desconocido. Quizá, de alguna manera, sus vidas habían seguido caminos similares y eso ayudaba a que confiara tanto en él. Karen decía que no era accidental el que una u otra persona se sentara al lado de uno en una multitud; que probablemente se debería a que ambas personas ya habrían estado juntas en una vida anterior. Paula nunca había creído en esas historias; pero no podía negar que, junto a Pedro, tenía la impresión de estar ante un viejo amigo.

—¿A qué te dedicas desde que abandonaste la competición? —le preguntó por fin.

Ella casi no sabía nada de Pedro.

—¿Es que tengo que dedicarme a algo? —frunció el ceño—. ¿Es necesario para que me consideres aceptable según tus parámetros? Está bien: asesoro a varias empresas internacionales sobre diseño de vehículos por ordenador.

Paula encajó la respuesta de Pedro como un ataque hacia ella y, de nuevo, volvió a sentirse insegura. Veían la vida de manera muy distinta. ¿Sería su atracción física suficiente para compensar sus diferencias?

—Sí —dijo con firmeza.

—¿Sí? —repitió Pedro, que no sabía a que se refería Sarah.

—Me habías hecho una pregunta y la respuesta es sí.

—«Sí», ¿a qué?

—Sí, quiero que repitamos la experiencia —dijo entre dientes, algo molesta por tener que ser tan explícita—. Y sí, quiero que volvamos a vernos. ¿Satisfecho?

—Todavía no —respondió tras una breve pausa—. Pero no me cabe la menor duda de que lo estaré. Igual que tú, querida Paula. Te recogeré en el estudio cuando termines de trabajar.

Debería haberse irritado porque Pedro había dado por supuesto que no tendría otro hombre esperándola; sin embargo, experimentó una sensación de júbilo al anticipar que al salir del estudio, él la estaría esperando. Notó que las rodillas de Pedro entraron en contacto con las suyas. Se trataba de un roce casual e inintencionado; pero no por ello dejó de estremecerla. Tenía la sensación de que el programa de esa noche se le iba a hacer interminable.

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