viernes, 15 de junio de 2018

No Estás Sola: Capítulo 65

—¡Jesica Fine!

La mujer asintió.

—Siento que hayamos llegado a esto. Si hubiera reaccionado un poco antes..., pero cada vez que decía que algo no iba bien con el niño, Fabián me decía que era mi imaginación. Pero tengo razón, ¿Verdad?

La voz le tembló y los ojos se le llenaron de lágrimas. Paula sintió que a ella también se le nublaba la vista.

—Gracias por haber tenido el valor de hablar.

—Fabián no le hará daño al bebé. Lo conozco. No podría soportar perder a otro niño.

«Y por eso robó el nuestro», pensó Paula, pero se mordió la lengua. No era culpa de Jenny, que además había hecho todo lo posible por arreglar las cosas. No podía ni imaginarse por lo que debía estar pasando, y rozo su mano para ofrecerle consuelo.

Jesica asintió como si hubiese hablado.

—Supongo que yo también quería creer que era nuestro, aunque no se pareciera nada a Fabián ni a mí, ni a nuestro otro hijo.

—¿Hay otro niño en la casa? —intervino el policía.

Jesica negó con la cabeza.

—El hijo de Fabián, de su primer matrimonio, vive con su madre. Nuestro otro hijo murió a los cuatro meses. Muerte súbita, nos dijeron. Simplemente, no se despertó. Fabián no ha vuelto a ser el mismo desde entonces.

—Tú sabías que Fabián había estado enfermo, ¿Verdad? —le preguntó Paula.

—Primero por la ruptura de su anterior matrimonio y luego por la pérdida de nuestro hijo. Pero se recuperó lo suficiente para volver a trabajar.

—Es obvio que no está bien.

El oficial frunció el ceño.

—Es todo lo que necesitamos saber.

—No está loco —protestó Jesica—.Fabián quiere mucho a Joaquín..., bueno, a su hijo.

Paula sintió que se le hacía un nudo en el estómago.

—Entonces, ¿Por qué lo retiene como rehén?

—Porque piensa que van a querer llevárselo.

—Claro que queremos llevárnoslo. Es mi hijo —contestó Paula, controlándose para no gritar.

—Pero es que él está convencido de que es hijo nuestro. Yo también lo creía hasta que empecé a leer todas esas historias en los periódicos. Discutimos sobre ello y Fabián se marchó. Yo no sabía qué hacer. Ayer volvió, pero me hizo prometerle que no le diría a nadie que estaba aquí. Dijo que había alguien siguiéndolo. Supongo que era la policía. Cuando le sugerí que buscásemos ayuda, empezó a amenazarme y salí corriendo de la casa. Tomás, nuestro vecino, me animó a llamar a la policía y me prometió estar a mi lado cuando todo esto pasase.

—Has hecho lo correcto —contestó Paula, haciendo un esfuerzo sobrehumano por ser paciente con Jesica.

—La ironía es que estoy embarazada otra vez y que todo va bien. Si Fabián hubiese tenido paciencia...

El policía llamó a una agente, que se llevó a Jesica a otro lugar. Paula sintió el brazo de Pedro por encima de los hombros.

—Es cierto. Nuestro hijo está vivo—susurró.

Tras meses de llorarlo, era casi demasiado para poder asimilarlo.

—Lo sé —contestó él, parpadeando furiosamente—. ¿Qué podemos hacer? —le preguntó al oficial.

—Por ahora, esperar.

—¿Esperar? ¡Mi hijo está ahí dentro!

—Sé que es difícil, pero nuestra negociadora está trabajando con Fine. Si su mujer está en lo cierto, su marido quiere al bebé, así que no le hará ningún daño.

—No lo sabemos con seguridad —contestó Paula.

El pecho le dolía, y los brazos, con la necesidad de tener en ellos a su hijo, vivo y caliente aquella vez, y no... «Bautista está vivo», se dijo. Tenía que aferrarse a eso.

—¿Qué quiere Fabián?

El oficial pareció aliviado porque le preguntaran algo a lo que podía contestar.

-No ha pedido nada aún. Sigue repitiendo que nadie le va a quitar a su hijo.

—¿Ha hecho alguna amenaza?

Pedro se controlaba a duras penas.

—Solo implícitas. Su mujer no cree que esté armado, pero no queremos correr riesgos.

Paula se soltó de Pedro.

—¿Cómo pueden hablar con esa calma? ¡Es mi hijo! Tenemos que hacer algo.

—Ya están haciendo algo —le espetó Pedro, y su frialdad cortó la histeria que empezaba a crecer en su interior—. Ahora no serviría de nada perder los nervios.

Sus palabras surtieron el efecto deseado.

—Es que no puedo esperar cruzada de brazos.

—Hacer otra cosa pondría al bebé en un peligro mayor.

Aunque lo que deseaba hacer era llorar y gritar, intentó imitar la compostura de Pedro. ¿De dónde sacaría las fuerzas? Pues de ella. Tenía que ser fuerte para él y para su hijo.

—Tiene que haber algo que pueda hacer.

—La negociadora seguramente querrá que hable con él por el altavoz.

—¿Por qué no puedo entrar en la casa?

—Ese hombre es peligroso e impredecible —respondió Pedro.

—Pues estuvo lo bastante cuerdo para organizar la red de tráfico de niños.

Jamás se había imaginado que su hijo pudiera haber sido una de sus víctimas.

—Él no era más que una pieza del engranaje se ocupaba de falsificar los historiales y mantener la boca cerrada. Los verdaderos organizadores debieron amenazarlo con su pasado para obligarlo a cooperar. Puesto que ya habían abandonado el país cuando Bautista nació, creo que él no formaba parte del esquema inicial. Supongo que fue precisamente ese escándalo lo que le dio la idea de cambiar a su hijo muerto por el de ustedes.

Paula tuvo una repentina visión de aquel cuerpecito menudo y sin vida que le habían puesto en los brazos y sintió que la rabia se apoderaba de ella. Se agarró al brazo de Pedro como si fuese un salvavidas en la tormenta. Sin su presencia, habría irrumpido en la casa, pasara lo que pasase. En lo único que podía pensar era en arrancar a su hijo de los brazos de aquel secuestrador. Se obligó a pensar con sensatez por el bien de Bautista.

—Déjeme hablar con Fabián.

El oficial asintió.

—La llevaré con la negociadora. Ella le indicará lo que tiene que decir.

—Yo sé lo que tengo que decir.

—Tendremos que dejar que nos guíen en esto —intervino Pedro—. Por el bien del niño.

De acuerdo. Haría cualquier cosa por recuperar a su hijo sano y salvo. No iba a perderlo una segunda vez.

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