lunes, 4 de junio de 2018

No Estás Sola: Capítulo 41

La cama era grande y el colchón nuevo, aún con el plástico sin quitar; de hecho le costó casi un combate de lucha libre deshacerse de la condenada funda para poder  hacer la cama con unas impecables sábanas que encontró en un armario. Allí mismo encontró también unas esponjosas mantas, aunque probablemente solo necesitaría una. En el cuarto de baño que tenía la habitación, había una espléndida bañera de esquina, y se prometió un baño espumoso cuando hubiera terminado de organizarse. Estaba revisando la cocina para ver qué necesitaba comprar cuando la sobresaltaron las notas de Jingle Bells. Con un suspiro de resignación descolgó el teléfono. Como fuera algún problema de trabajo y le estropeara la tranquilidad... Pero no. Era  Pedro. El corazón comenzó a latirle apresuradamente.

—Solo quería saber cómo estás.

Menos mal que no podía ver su sorpresa. Pedro nunca hacía llamadas de ese tipo.

—Bien —le aseguró, a pesar de que la voz le tembló ligeramente—. La casa es una maravilla.

Oyó la protesta de Mungo como telón de fondo y a Pedro dirigirle unas palabras para que se calmara.

—¿Qué tal los vecinos?

—No hay. Manna Cottage, que así es como se llama la casa, está en una hermosa finca, a unos quince minutos andando del pueblo.

—Un poco aislada, ¿No? ¿Seguro que estarás bien ahí tú sola?

Su preocupación era verdaderamente halagadora.

—Aquí no es como en una gran ciudad, Pedro. En la isla, la gente sigue dejando los coches con las ventanillas bajadas y las puertas abiertas.

—Espero que a tí no se te ocurra hacer tal cosa. Algunos de los crímenes más horrendos de los que he tenido que informar en mi vida han ocurrido en lugares tan idílicos como ese.

—Vaya, hombre. Muchas gracias. No estaba asustada... antes, claro.

—Yo no pretendía asustarte, pero es que..., bueno, que tengas cuidado, ¿Quieres?

Algo en su tono de voz hizo que se despertaran sus sospechas.

—¿Has hablado con el detective? ¿Ha averiguado algo interesante?

No estaría basada tanta preocupación en lo que aquel hombre hubiera averiguado, ¿No? Hubo un breve pero tenso silencio, roto solo por las protestas de Mungo, a quien nadie hacía caso.

—He hablado con él, y tenías razón. Lo de la flor debió ser un error.

Por su tono de voz estaba claro que no se lo creía. ¿Qué más habría descubierto el detective? Seguramente Pedro estaría esperando a disponer de todos datos fiables antes de decirle nada, pero aun así la dejó preocupada. Claro que, si sospechara que algo iba mal, se lo habría dicho, ¿No? Aunque luego resultase ser una falsa alarma.

—¿Me estás ocultando algo? —le preguntó.

Pedro tardó en contestar.

—Qué tontería. Siento haberte puesto nerviosa. No me daba cuenta de que ahí no es como en la ciudad. Ahí no hay peligro.

Pero en otro sitio, sí, leyó entre líneas. ¿Por qué no me cuentas el resto?, hubiera querido gritarle, pero sabía que convencer a Pedro de que dijera algo que él no quería era tan difícil como arrancarle un diente, así que decidió probar otra táctica.

—¿Qué tal fue el coloquio? —le preguntó.

A lo mejor si conseguía que siguiera hablando, se le escapaba algo más.

—Fue un circo, terminamos a medianoche. Sale mañana por la noche, si quieres verlo.

Su reticencia a hablar estaba agotándole la paciencia.

—¿Mañana? Vaya. Mañana voy a salir. Es que me he encontrado con un antiguo amigo, PabloMarshal. Me ha invitado a cenar mañana y no he tenido tiempo aún de ver cómo funciona el vídeo de la casa. ¿Podrías grabármelo tú, y así lo veo cuando vuelva?

De ese modo, tendría una excusa para volver a verlo. Un viento helado le llegó al auricular arrastrado por su voz.

—No tiene importancia. Ya lo has oído todo en las entrevistas. Bueno, tengo que dejarte. Será mejor que le dé de comer a Mungo antes de que acabe con mis zapatos. Cuídate.

La frialdad de su voz y la rapidez con que le colgó la dejó pensativa e intentó recordar la última parte de su conversación. Le había contado lo de la cena con Pablo Marshal, pero había olvidado mencionarle que tenía mujer e hijo. A Pedro le importaba. La idea le disparó la sangre por las venas, pero se obligó a pensar con más claridad. Era un hombre muy posesivo. De hecho, la había considerado suya hasta que se marchó, y seguramente debía seguir considerándola así. No era más que un primitivo enfrentamiento de dos machos. No podía malinterpretarlo pensando que podía albergar interés por ella, o que hubiese esperanza para ellos dos. De todos modos, mientras confeccionaba la lista de las cosas que necesitaba comprar, sintió el corazón mucho más ligero de lo que lo había sentido desde hacía días.

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