viernes, 15 de junio de 2018

No Estás Sola: Capítulo 61

—Tengo una primicia para ustedes—dijo Pedro  antes de que ella pudiera contestar—. Permitanme presentarles a mi esposa. Nos casamos ayer.

Para sorpresa de Paula, su anuncio tuvo el efecto esperado, y las preguntas tomaron un camino mucho más seguro. La mayoría de los fotógrafos se habían marchado tras los primeros momentos, seguramente para procesar las instantáneas que habían tomado.

 Pedro no había dejado de moverse, obligando a sus colegas a seguirlo como un enjambre de abejas, y cuando llegaron a la planta baja, descubrieron que Matías Ellison los estaba esperando. Pedro le dijo a Paula al oído que lo había llamado desde Melbourne para darle el número de vuelo y la hora de llegada.

—Menos mal que solo traéis equipaje de manos. Hay que darse prisa, he aparcado en la zona reservada a las limusinas —dijo Matías, tomándola del brazo para conducirla más allá de las puertas automáticas de cristal.

Cuando los periodistas se recuperaron lo bastante para darse cuenta de que no se dirigían a la recogida de equipajes,  Matías estaba ya poniendo el coche en movimiento. Paula se recostó en el asiento de atrás y miró a Pedro aliviada. Él la abrazó.

—Gracias por sacarnos de ahí tan rápido, Matías —le agradeció a su amigo.

La mirada que el detective le devolvió en el retrovisor era muy agradable.

—No ha sido nada, amigo. ¿Qué has hecho para hacerles perder el rastro?

—Les he dicho que nos hemos casado.

—No está mal —pausa—. Porque no se han casado, ¿Verdad?

—No soy tan rápido. Y además, el tema no está abierto a discusión —añadió—. ¿Estás bien? —preguntó, dirigiéndose a Paula.

Ella asintió.

—Un poco agobiada. Las preguntas han sido muy directas.

—Lo has hecho muy bien.

Su alabanza la animó.

—Tú también, inventando lo de la boda.

—Por ahora nos ha valido, pero tendremos que mantener el engaño durante unos días, hasta que el revuelo se calme. ¿Podrás hacerlo?

Ella podría mantenerlo para siempre, pero puesto que esa palabra no figuraba en su vocabulario, no tenía sentido soñar.

—Ninguno.

—Si no queremos que empiecen a pensar que se trata de una farsa, será mejor que te quedes en mi casa.

—O tú en la mía.

Sabía que se sentiría mucho mejor en terreno familiar. Irse a vivir a casa de Pedro despertaría en ella demasiados recuerdos de su antigua relación.

—Tengo un perro del que ocuparme.

Matías los miró por el retrovisor.

—Yo podría...

—Tú podrías no meter las narices en esto —lo interrumpió Pedro, y Matías se encogió de hombros.

—En ese caso, seguramente no querrás saber nada del equipo de televisión que ha acampado delante de tu casa —comentó.

Pedro gimió.

—Si se me ocurre acercarme al hospital con toda esa gente pegada a los talones, mi contacto saldrá huyendo despavorido.

—Hablando de salir huyendo, Rosana Fine ya lo ha hecho. La han visto embarcando en un vuelo para Europa antes de ayer.

Pedro maldijo entre dientes.

—Esperemos que las autoridades del país de destino puedan detenerla —dijo—, pero puede que no sea ella a quien buscamos.

Y le resumió lo que Paula le había dicho sobre Fabián Fine. Entonces fue el detective quien maldijo.

—Eso pasa por dar por sentadas las cosas sin haberlas confirmado. Dejé de buscar a cualquier otro F. Fine cuando localicé a Rosana, Al menos ahora sé a quién estoy buscando.

—Mi contacto en el hospital podrá ayudarte, pero no pienso acercarme por allí hasta que las cosas se calmen.

Matías asintió.

—Deberías descansar unos días.

—No tengo elección —Pedro se frotó la frente—. Ni siquiera puedo volver a casa sin tener que traspasar otra barrera.

—¿Y por qué no vas a un hotel?

—Tengo una idea mejor —dijo de pronto—. Gira a la izquierda en el próximo semáforo.

—Claro. Yo soy solo el chófer.

Pedro le dió una palmada en el hombro.

—Te debo una.

—Si hiciera eso cada vez que me pides un favor, estarías arruinado.

Paula sintió un poco de envidia al comprobar qué clase de relación tenían. Era obvio que aquellos dos eran amigos desde hacía mucho tiempo, y por un momento deseó... No, no iba a volver a soñar.

Se detuvieron frente a una vieja casa y Matías miró confuso a Pedro.

—Esta es mi casa, y ni siquiera tengo habitación de invitados.

—No vamos a quedarnos —contestó Pedro, y le abrió su puerta—, pero tú sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario