lunes, 25 de junio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 11

Después de comer, Pedro insistió en acercar a Paula  al estudio, a pesar de las protestas de ésta.

—Ya te he robado mucho tiempo por hoy. No me cuesta nada tomar un taxi — se resistía.

—¿Quieres hacer el favor de dejar de organizar mi agenda? —preguntó con  dulzura—. Si me apetece pasarme el día entero de un lado para otro para llevarte al estudio y esperarte, es asunto mío.

El tono autoritario de Pedro no dió lugar a mayor oposición. Paula  no necesitaba que estuviera pendiente de ella; pero, al mismo tiempo, su disposición a sacrificar el día para acompañarla le resultaba muy gratificante. Nadie había hecho nunca algo así por ella; ni siquiera algunos hombres que habían jurado estar perdidamente enamorados de ella. Era demasiado bonito para ser cierto, pensó al detenerse delante del coche de ese hombre que había empezado a conquistar su corazón.

—Dime una cosa, Pedro.

—¿Sí?

—¿Por qué no estás casado?

De pronto se acordó de su ayudante, de Marcelo, el mismo que había estado limpiando el coche. No, era imposible: Pedro no podía ser...

—No por lo que estás pensando —dijo Pedro tras una pausa. Al ver la expresión de Paula, había adivinado lo que ésta estaba imaginando—. Así que ya puedes ir desconectando tu antena de periodista curiosa ahora mismo.

Se sentó ante el volante y se estiró para abrirle la puerta a Sarah.

—No estaba insinuando que...

—Sí lo estabas insinuando —la interrumpió—. Aunque no tienes motivos para pensar así. Si tanta curiosidad tienes, estuve prometido una vez, pero hubo un montón de cosas que salieron horriblemente mal. Decidí que me iría mejor viviendo solo.

—¿Qué pasó? —preguntó.

¿Sería ése el problema que lo había apartado de las competiciones?

—Es una historia muy larga y nada agradable —respondió sin quitar los ojos de la carretera—. Además, yo podría hacerte la misma pregunta.

Era evidente que Pedro no diría nada más de sí mismo hasta que no estuviera preparado.

—¿Qué pregunta?

—¿Por qué no hay un hombre en tu vida?

—Hubo uno hasta hace poco —admitió, decidida a ser más comunicativa que él.

—¿Por qué no funcionó?

—No soportaba la presión de estar junto a una persona famosa. Un día lo llamaron por mi apellido, señor Chaves, y no aguantó más.

—¿Así que estás casada con tu trabajo?

—Que tú decidieras tirar por la borda tu profesión no significa que todos tengamos que hacer lo mismo.

—Gracias por tener tanto tacto —comentó, apretando con fuerza el volante.

Estaba desolada. Nunca debía haber permitido que su enfado por sentirse excluida de esa parte de la vida de Pedro la hiciera decir aquella impertinencia.

—Lo siento. No debería haberlo dicho —se disculpó, colocando una mano sobre el brazo derecho de Pedro.

—No, soy yo el que está muy susceptible —suspiró él—. Tienes derecho a tener tu propia opinión.

Lo que era tanto como afirmar que él no compartía dicha opinión. ¿Decidiría cambiar de planes y no verla esa noche? ¿Cómo se sentiría ella en tal caso?

—¿A qué hora te recojo? —le preguntó, intuyendo su preocupación.

El corazón le dió un vuelco cuando llegaron al estudio y Pedro se estiró, rozándola en el movimiento, para abrirle su puerta desde dentro, mientras ella le indicaba la hora a la que había de ir a buscarla. Acto seguido, él tomó su cara con una mano. y acercó sus labios a los de ella con delicadeza.

—Hasta luego —se despidió acariciándole la mejilla.

—Hasta luego —repitió con ronquera. De repente, el pasado de Pedro le importaba mucho menos que su futuro junto a ella.

Le supuso un esfuerzo no girarse y seguir caminando hacia el estudio, el cual, debido al telemaratón, estaba repleto de personas, focos y técnicos trabajando sin parar. Saludó con un gesto de la mano a los compañeros que se encontró y fue a su camerino a cambiarse de ropa. Al entrar, la sorprendió descubrir que ya estaba ocupado por otros famosos que iban a intervenir en el telemaratón, los cuales se disculparon por haberle tomado prestado su camerino. Sólo le quedaba refugiarse en la habitación en la que se maquillaba, donde pasó el resto de la tarde, tomando notas y haciendo planes para la noche. Media hora antes del inicio del programa, Marcos Nero la interrumpió y se sentó a su lado.

—Esto es un caos —se quejó.

—Al menos a tí no te han quitado tu camerino —replicó. ¿Por qué el de él sí lo habían respetado?, se preguntó Paula. ¿Era una indirecta de la productora respecto a quién ocuparía el puesto fijo de presentador? Trató de encontrar alguna respuesta en la expresión de Marcos, pero ésta le resultó totalmente hermética—. ¿Qué significa este «por confirmar»? —le preguntó, señalando un párrafo del guión de esa noche, el cual estaba encerrado con una llave y el susodicho «por confirman».

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