miércoles, 20 de junio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 4

Paula sintió una punzada en el corazón; sin embargo, sabía que no tenía derecho a reclamar a Pedro Alfonso para sí. No existía ninguna razón para sentirse atacada por la sugerencia de Karen.

—¿Qué fue de Juan, el que saltaba de los helicópteros? —le preguntó Paula para dejar a Pedro al margen.

—En realidad sólo saltó una vez, para conseguir que le hicieran una foto con posibilidades de ganar un concurso artístico. De todos modos, ahora estoy saliendo con Kevin; está metido en el mundo del cine —la informó Karen, obteniendo por respuesta una sincera carcajada de Sarah.

—Ian, Juan y ahora Kevin. ¿Sigues dispuesta a seguir hasta el final del abecedario?

—Puede ser —sonrió Karen—. ¿Y sabes lo que viene después de la k? La «l».

—Recuerda lo que me has dicho. Puede que ni siquiera viva en la costa.

—Tampoco viven en la costa Jeff ni Kevin. Eso no tiene por qué ser un problema... sobre todo, a la velocidad a la que se mueve un hombre como Pedro.

Paula se sintió sorprendida, aunque estaba convencida de que Karen se refería al pasado de Pedro como conductor. Aun así, no pudo evitar estremecerse.

—Creo que tenía mucho carácter —prosiguió Karen—. Aunque me parece que se tranquilizó después de unos problemas que tuvo en Europa hace cuatro años. No sé qué ocurriría, pero abandonó la competición y se vino para Australia. Así que ya ves, te aconsejo que tengas cuidado.

Sarah sabía que Karen se lo decía con buena intención; pero tenía la impresión de que Luke no podía haber hecho nada especialmente reprobable. Aunque, eso sí, lo que quiera que fuese, lo había llevado a abandonar el deporte que amaba.

—¿Cómo sabes tanto de él? —preguntó Paula.

—Gabriel, que precedió a Diego, también estaba metido en los circuitos de automovilismo. Cuando estuvimos juntos, asistí a varios campeonatos. ¿Cómo te crees que conseguí la foto de Pedro?

—Me alegra que se la hicieras —respondió Paula.

—¿Qué vas a hacer ahora?, ¿Usarás tus contactos para rastrear la pista de tu héroe?

—Nunca se sabe —respondió mientras miraba el reloj—. Pero ahora tengo que marcharme. Debía estar en la sala de maquillaje hace media hora —añadió.

Paula se despidió, salió de la biblioteca a todo correr y tomó un taxi hasta el estudio.

Diana Blake, la productora de De costa a costa la reprendió por llegar tarde.

—¿Es que no sabes que he tenido un accidente? —se defendió Paula.

—¿Te ha visto un médico? —se interesó Diana.

—No exactamente. Pero el retraso se debe al accidente.

—Paula, todavía no tienes asegurado quedarte al mando de De costa a costa. Marcos Nero está trabajando muy bien; de modo que si no te esfuerzas, acabarás entregándole el puesto en bandeja —advirtió la productora.

—A veces estoy tan saturada que no me importaría descansar un poco — comentó Paula.

Sin embargo, no quería renunciar a ese puesto. Conseguir afianzarse en esa posición sería la culminación a varios años de trabajo en ese programa. Había empezado su carrera como articulista en un periódico y, poco a poco, había ido ascendiendo hasta sustituir a Angela Fordham, la encargada de dirigir De costa a costa, cuando ésta estaba de vacaciones. Luego una televisión nacional se hizo con los servicios de Angela y, desde entonces, Paula y Marcos Nero habían llevado a medias la presentación y los reportajes del programa. Ambos se alternaban en el cargo, una semana cada uno, mientras la productora y la audiencia esperaban a dictar sentencia.

Paula creía tener cierta ventaja, pero no la suficiente como para dormirse en los laureles. Se rumoreaba que en Dirección se prefería a un presentador masculino — aunque jamás se admitiría algo así públicamente— y Marcos era el típico arribista que se desenvolvía con mucha soltura en los despachos, táctica que a Paula le parecía repugnante.

De alguna manera, logró sacar adelante el programa de esa tarde, presentando el reportaje sobre la energía solar que habían preparado esa misma mañana. El último reportaje estuvo a punto de arruinar su serenidad ante las cámaras. No se había encontrado la entrevista que estaba prevista y, al final, alguien en el estudio había decidido cubrir el vacío con las imágenes del accidente que Leandro había filmado. Fue toda una impresión verse tirada en la calzada, comprobar el ruinoso estado en que había quedado su coche, observar el fornido cuerpo de Luke inclinado sobre ella para darle el así llamado beso de la vida. El alma se le cayó a los pies: en contra de lo que Pedro creía, nadie había puesto ninguna pega a mostrar aquellas imágenes tan explícitas. De no ser por un retoque urgente al maquillaje, Sarah habría aparecido totalmente pálida frente a las cámaras al hacer los comentarios que cerraban el reportaje. No recordaba lo que había dicho, pero debió de ser aceptable, pues nadie la reprendió cuando finalizó el programa.

—Estabas pálida cuando metimos el reportaje del accidente —observó la productora—. Te alteró revivir el golpe, ¿No?

—Sí —contestó con voz trémula, sin revelar lo que verdaderamente la había alterado.

—Bueno, mañana le toca presentar a Marcos—comentó Diana—. Vete a casa y
descansa. Lo necesitas.

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