lunes, 4 de junio de 2018

No Estás Sola: Capítulo 42

Durante unos minutos Pedro se quedó contemplando el teléfono después de colgar, haciendo caso omiso del cachorro que le mordía los cordones de los zapatos. Sabía que no era asunto suyo si Paula salía o no con alguien en Phillip Island. Un antiguo amigo, le había dicho. ¿Hasta qué punto antiguo, y hasta qué punto amigo?

—¿Se lo has dicho?

Pedro abandonó de golpe sus pensamientos y movió la cabeza. Matías Ellison, detective y amigo de la facultad esperaba una respuesta.

—No me ha parecido necesario. Donde está, no corre ningún peligro.

—No le habría hecho mal saber lo que hemos descubierto.

—¿Y qué hemos descubierto en realidad? Que una mujer llamada Jesica Fine tuvo un bebé en el Hospital Las Rosas cuando su hermana era comadrona jefe y que seguramente esta debía estar metida hasta el cuello en lo del tráfico de bebés. Que esa comadrona atendió el parto de su cuñada Jenny, algo que seguramente va contra las normas del hospital, pero que no es ni mucho menos una acción criminal. Que mi fuente me ha prometido conseguirme una copia de los historiales qué alteró la comadrona, de modo que al menos podremos seguir la pista a dos bebés más que podrían haber sido cambiados. Pero hasta que no consiga pruebas, nuestro caso contra, el partero queda en agua de borrajas.

—Entonces, no piensas que...

—Yo ya he caminado antes por el camino por el que tú vas ahora, y te aseguro que no conduce a ninguna parte. Jesica Fine solicitó una prueba de ADN de su bebé. He visto el historial original y los resultados eran concluyentes: era hijo suyo.

Matías Ellison se frotó la barbilla con aire pensativo.

—¿Por qué haría algo así?

—¿El qué?

—Solicitar una prueba de ADN.

—Puede que sospechara que su cuñada estaba metida en algo turbio y empezara a preocuparse por si el niño era de verdad hijo suyo o no.

—Es posible.

—Hiciera lo que hiciese su cuñada, está claro que ese niño es hijo suyo.

—Si tú lo dices...

Pedro se dijo que el trabajo de su amigo era, precisamente, sospechar de todo.

—Me interesa más saber por qué Jesica Fine dejó una flor en el parque.

Según Matías, había sido ella quien había dejado la flor en el nicho de su hijo. Con un suspiro de impaciencia, Pedro consiguió que Mungo dejase de morderle los cordones y lo llevó a la cocina. El animal, en cuanto vió que su dueño sacaba una lata de comida, comenzó a dar saltos de entusiasmo.

—Abajo, Mungo —le dijo, y poniendo un trozo de comida por encima de la cabeza del animal, consiguió que se sentara—. Buen chico, Mungo —lo premió, acariciándole la cabeza.

Matías estaba apoyado en el marco de la puerta, mirándolo fascinado.

—Buen truco. A mí también me gustaría poder tener perro, pero con mi trabajo nunca sé cuándo voy a volver a casa. Podrías prestarme el tuyo de vez en cuando.

—¿En serio? Sería estupendo tener a alguien que se ocupara de él cuando tenga que viajar.

—Genial. Seré su padrino.

—No sé si los perros tienen padrino, pero me parece estupendo. Ven, Mungo, que te voy a presentar a tu padrino.

El cachorro tenía el morro hundido en un comedero que era casi tan grande como él y no levantó la cabeza. Riendo, salieron de la cocina de nuevo al salón.

—Aún no me has explicado por qué estás tan interesado en saber quién visita ese jardín —comentó Matías.

No le había contado que Paula había dado a luz aquella misma noche, ni que la placa de Bautista era la del hijo que nunca tendría oportunidad de conocer. Por otra parte, estaba casi seguro de saber por qué Jesica Fine había llevado flores a la tumba. Paula y ella debían haberse conocido durante el parto, y seguramente le llevaba flores para mostrarle su apoyo. No es que aquella explicación lo satisficiera por completo, pero como no tenía otra...

—Y no pretendo hacerlo —le contestó.

El investigador se encogió de hombros.

—Como quieras, pero trabajo mejor si conozco todos los hechos. Deduzco que si surgiera algo que..., bueno, que tenga que ver contigo, debo guardármelo, ¿No?

—Dímelo a mí, y yo te diré si estás en el buen camino. Lo siento, Matías, pero esta vez no es solo cosa mía, ¿Entiendes?

—Te lo recordaré la próxima vez que andes detrás de alguien —contestó Matías de buen grado.

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