miércoles, 6 de junio de 2018

No Estás Sola: Capítulo 49

Mejor no preocuparse por el momento.

—¿Tienes hambre? —preguntó él cuando terminó de secarse.

—Sí, pero tenemos que salir a comprar. En la casa no hay comida y no he tenido tiempo de acercarme a la tienda.

—No importa. He traído unas cuantas cosas.

¿Tan seguro estaba de que iba a poder quedarse?

—No es que contara con nada —se apresuró a aclarar—, si eso es lo que estás pensando, pero pensé que si me enviabas a un hotel, te las dejaría. Como mencionaste por teléfono que la casa estaba bastante aislada...

Paula no sabía si creerlo. No le hacía la más mínima gracia pensar que para él podía haber sido algo tan premeditado cuando para ella había sido más inesperado aún que la lluvia del cielo. En cualquier caso, era más fácil pensar que se había tratado de una aberración que tener que admitir no podía vivir sin él. Descolgó un secador de pelo que había en la pared, pero esperó antes de encenderlo.

—¿Qué habrías hecho si me hubiera presentado en la puerta de tu casa en Estados Unidos?

—¿Pensaste alguna vez en hacerlo? —le preguntó con ansiedad en la mirada.

—Alguna vez.

Solo que él estuviera con otra mujer la hizo desistir. Pedro adivinó sus pensamientos, le quitó el secador de la mano y lo dejó colgando del cordón antes de rodearla con sus brazos.

—Dios, ¿Por qué has perdido tanto tiempo?

—Pedro..., te quiero.

No pretendía pronunciar aquellas palabras, y supo por la sorpresa que vio reflejada en sus ojos que él no quería oírlas, pero ya no podía retirarlas.

—No necesito que tú también me digas que me quieres —le dijo, apoyando un dedo en sus labios—. Me basta con que estés aquí.

—Antes no te bastaba.

—Sí; lo que pasa es que yo no lo sabía —se acurrucó en su pecho—. Creo que estaba influida por mi padre. Creía necesitar el vestido, el altar, la firma...

—Cualquier mujer necesita algo así —contestó él en voz baja.

—Todo eso no significa ni la mitad de lo que yo creía que significaba. Ni la décima parte de lo que significa tenerte ahora aquí a mi lado.

—¿Te conformas con tan poco?

—¿Cómo puedes ser poco, si es todo lo que tienes que dar?

Pedro la apretó contra su pecho y a Paula el corazón se le derritió cuando sintió que él temblaba por la emoción de sentirse comprendido.

—No te merezco —balbució, y la besó en los labios—. Perfecta...

Cuando la soltó se sentía casi mareada.

—No quiero ser perfecta.

—Es que no puedes evitarlo, porque ya lo eres para mí.

A diferencia de su padre, para Pedro la perfección no era algo a lo que ella tenía que aspirar, sino que estaba ya en su interior por la fuerza de lo que él sentía por ella. Si no quería llamarlo amor, daba igual. Podría vivir con ello, siempre que no dejara de mirarla del modo en que lo estaba haciendo en aquel momento.

—Será mejor que prepare algo de comer —dijo, devolviéndole el secador de pelo.

Sí. Sería mejor. Iba a necesitar muchas calorías que quemar.

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