miércoles, 13 de junio de 2018

No Estás Sola: Capítulo 59

—¿Es que te has vuelto loco? ¿Cómo vamos a estar casados?

—Nos hemos escapado para que la ceremonia fuese íntima —le dijo con firmeza—. Ahora eres Paula Alfonso.

Desde luego, había perdido la cabeza.

—Creo que necesitas unos cuantos días más de vacaciones.

Pedro se rascó la barbilla, y Paula reparó en que no se había afeitado. Parecía casi un pirata, capaz de todo menos del matrimonio. El pulso se le aceleró con solo pensarlo, y él sonrió de medio lado.

—Sé que te parecerá una locura, pero Matías Ellison me ha dicho que mis competidores han descubierto que tú tuviste un bebé en el hospital por las mismas fechas del escándalo, y andan buscando un escándalo.

—Supongo que quieren saber por qué no me mencionaste en tus artículos.

Él asintió.

—Imaginar que tengo un interés personal en la historia los ha hecho investigar aún más. Han averiguado lo del bebé —suspiró—. La fecha del parto ha convencido a un par de ellos de que hay más de lo que decimos.

Paula agarró con fuerza los brazos de su asiento.

—Piensan que estás buscando a nuestro hijo —adivinó—. Y no querías que estuviera contigo porque supones que van a estar esperándote en Mascot, ¿Verdad?

—Eso me temo. Siento que hayamos llegado a este punto.

—¿Y en qué nos va a ayudar fingir que estamos casados?

—Es la mejor distracción que se me ha ocurrido en tan poco tiempo.

A Paula la boca se le llenó de un sabor amargo y deseó haber aceptado el zumo de naranja que le había ofrecido un rato antes la azafata, pero había rechazado la bandeja de la comida, al igual que Pedro. De todos los modos en que había imaginado que él  podría proponerle que se casaran, aquel no entraba en sus planes.

—Los sabuesos estarán esperando en la puerta de embarque, dispuestos a freímos a preguntas. Querrán saber si tú sabías algo de la historia antes de que surgiera el escándalo, y esa clase de cosas. Prepárate para que alguno te pregunte si supones que nuestro hijo podría estar vivo, y que de ser así, dónde crees que puede estar.

Paula palideció.

—No...

—Me temo que sí. Es lo que yo haría en la misma situación.

Ella negó con la cabeza. Lo había visto trabajar muchas veces, y él nunca hacía daño deliberadamente.

—¿Crees que decirles que estamos casados será distracción suficiente.

—No se lo esperan, y puede que la sorpresa nos dé tiempo suficiente para salir del aeropuerto y pensar algo mejor. Si estás de acuerdo, claro.

¿Qué otra opción tenía? No podía hablar de su hijo con un grupo de desconocidos que la estuvieran rodeando con cámaras y micrófonos.

—De acuerdo.

Pedro se quitó una fina alianza de oro que llevaba en la mano derecha. Había pertenecido a su madre, y era el único recuerdo que tenía de la mujer que lo había traído al mundo. Puede que no hubiera sido la mejor de las madres, pero él de todos modos honraba su memoria. Paula sintió un temblor cuando él tomó su mano izquierda y se la puso en él dedo anular.

—Te queda muy bien, señora Alfonso.

Sintió que la miraba fijamente, consciente de cuánto daría porque aquello fuese real. Pero no lo era, y no le convenía olvidarlo.

—Me queda bien.

—Mi madre era más o menos de tu misma talla —dijo como ausente—. ¿Alguna vez te he dicho que era muy guapa?

No hay comentarios:

Publicar un comentario