viernes, 3 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 8

Pedro miró a una y otra con perplejidad.


–Nos conocimos hace un rato –explicó Paula–. En el muelle.


La cara de Pedro se enfureció más aún.


–¡Valentina! Te he dicho que no…


–¡Dios mío! Tranquilízate ya, Pedro –lo interrumpió la niña–. ¡Sólo estaba pescando cangrejos!


Y con esas palabras salió de la habitación. A Pedro parecía que acababan de abofetearlo. Paula tragó saliva. El hombre se dejó caer en una silla y se frotó la cara con las manos.


–No sé lo que la señora Pullman te dijo, pero lo cierto es que estamos atravesando un momento bastante complicado con Valentina –dijo mirándola con ojos suplicantes–. Por favor, no deje que esta escena le afecte. Es una chica excelente, debajo de esa actitud tan negativa. La verdad es que ha tenido que pasar por mucho durante los últimos años.


Paula lo sonrió con amabilidad.


–No pasa nada. Sé lo del juicio y… Y todo lo demás.


Pedro suspiró. Parecía aliviado por no tener que contarle la historia de nuevo.


–Me alegro, si eso no ha hecho que se eche para atrás, supongo que nada lohará.


–Bueno, yo…


Pero él siguió hablando, parecía no oírla.


–Fue muy duro para ella cuando su madre murió. Y después tuvo que sufrir mi… Mi ausencia. Sólo hace dos meses que hemos vuelto a vivir juntos de nuevo, así que es como si tuviéramos que volver a conocernos –añadió mirando a la mesa.


Había hablado con sinceridad y probablemente le había contado más de lo que esperaba. Se quedaron en silencio. Paula pensó en qué decir. Le hubiera gustado poder comentar algo que hiciera que todo mejorara. Ese sentimiento debería haber sido el que la hiciera alarmarse de verdad. Aunque era buena niñera, siempre se implicaba demasiado. Era una de sus debilidades. Sintió algo en el corazón al oír a ese hombre hablar. Tenía facilidad para ponerse en el lugar de los niños, pero a menudo dejaba que ocuparan un sitio en su corazón demasiado importante. Más de una vez, había acabado con el corazón roto cuando una familia se iba al extranjero o prescindía de sus servicios. Ahora era mayor y más lista, se imaginó que ya no iba a sentirse así. Creía que todo habría sido distinto si David no hubiera pospuesto durante tantos años el tener niños. Pensaba que si hubiera tenido hijos propios no le habría costado mantenerse más al margen en su trabajo. Pero su reloj biológico sonaba con fuerza y claridad y no podía sino ignorar las señales de alarma. Su sentido común tendría que ser lo bastante fuerte como para decirle que no a ese hombre y volverse a Londres. Sería mejor que esa familia tuviera una niñera que los viera de una manera objetiva, que los ayudara sin implicarse demasiado. Sabía que a la larga sería también mejor para Pedro y Valentina.

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