viernes, 31 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 56

 –No voy a rendirme, Paula. Conseguiremos que funcione. Iremos despacio, haciendo lo necesario para que Valentina se adapte a la situación. Sabes que te quiere mucho, ¿Verdad?


–Bueno, sí, pero me quiere como niñera. No sé si le gustará la idea de que sea la… La amiga de su padre. Amiga o lo que sea, hasta definirme es complicado…


–Lo solucionaremos todo.


Ella se separó y dió un paso atrás. Aún estaban muy cerca, pero parecía que un abismo se abría entre ellos.


–Pedro, sabes cuánto quiero a Valen. No podría hacer nada que le hiciera daño, ya ha pasado por tanto… Si existe la más mínima posibilidad de que sufra con esto…


–¡No lo digas, Paula! ¡No vamos a renunciar a esto! Tiene que haber una manera…


Ella se apoyó en el balcón y cerró los ojos.


–Bueno, no podemos aparecer mañana de la mano y anunciar lo que ha pasado, ¿Verdad?


–No, claro, no podemos hacerlo. Supongo que tendremos que…


–¡No voy a mentirle, Pedro!


Él sacudió la cabeza y se acercó a ella.


–¿Quieres dejarme terminar de hablar? Nadie ha hablado de mentir. ¿Qué tipo de padre crees que soy?


Para sorpresa de Pedro, ella comenzó a reírse.


–¡Estás irresistible cuando te pones gruñón! –le dijo plantándole un beso en la boca.


–Me alegro –repuso con una sonrisa.


Él la tomó de la mano y comenzaron a andar por la terraza.


–Lo que sugiero es que vayamos muy despacio. Por el bien de Valen, el tuyo y el mío. Ninguno estamos preparados para hacer nada de forma precipitada.


Ella no dijo nada, pero le apretó la mano.


–Además, nos hemos perdido muchas cosas.


–¿Como qué? –preguntó ella.


–Ya sabes, las primeras citas, cenas a la luz de las velas, paseos por la playa… Ese tipo de cosas.


Ella se detuvo y lo miró con una gran sonrisa.


–Señor Alfonso, veo que tenía un lado romántico muy bien escondido.


Él agachó la cabeza y miró el suelo.


–No pasa nada, Pedro, no se lo diré a nadie. Puedes ser tan gruñón como quieras en la superficie, yo sé que por dentro eres suave como el algodón.


Pedro gruñó y ella no pudo evitar reír.


–¡Ése es el Pedro que todos conocemos y queremos!



A la tarde siguiente, mientras esperaba a que Pedro llegara a recogerla, Paula estaba tan nerviosa que tenía taquicardia. Habían estado hablando hasta muy tarde la noche anterior, intentando pensar en la mejor manera de hacer las cosas sin asustar a Valentina. Habían acordado algunas normas. Iba a ser complicado porque vivían en la misma casa, pero decidieron comenzar la relación poco a poco. Así que no iban a hacer nada a espaldas de la niña ni le iban a mentir. Nada de visitas al otro dormitorio en mitad de la noche ni nada parecido. Era una pena, porque le hubiera encantado dormir a su lado. Pero era demasiado peligroso. Valentina podría descubrirlos y hacerles preguntas que no estaban listos para contestar.

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