miércoles, 8 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 15

Entre comentarios y críticas había conseguido transformarla en la perfecta esposa de ejecutivo. Y lo más trágico de todo había sido que ella lo había dejado, sin dudas ni preguntas, porque ella había sido lo suficientemente tonta como para dejarse obnubilar por él. Le fascinaba que un joven banquero como él se hubiera fijado en ella y más aún que quisiera casarse. Ahora sospechaba que todo lo que David había visto en ella había sido un lienzo inmaculado. Desde que se separaran, había luchado para volver a ser ella misma, borrando las huellas de David. Ahora se vestía como quería, de forma cómoda, sin preocuparse por llevar siempre algún modelo de alta costura ni joyas. Tras el divorcio, se había dado cuenta de que nunca llegó a quererlo. Había tenido tanto miedo de perderlo que había acabado borrando su propia personalidad. Y, al hacer eso, se había convertido en un blanco fácil para sus críticas. Él la había dejado por Carla, una ejecutiva. Ella era excitante, inteligente y poco convencional. Todas las cosas que, según él, le faltaban a Paula. Se había convertido en una versión del monstruo de Frankenstein. David la había fabricado a su antojo, pero le faltaba lo más importante, el alma. De pronto oyó la voz de Pedro a su lado.


–He dicho que te cambies al carril de la derecha.


–¿Qué? –preguntó ella volviendo a la realidad–. ¡Ah! Lo siento. Supongo que estaba distraída.


No miró a Pedro, pero sintió que estaba mirándola. Después, volvió a mirar al frente y se cruzó de brazos. Ella giró a la derecha, siguiendo sus indicaciones, y consiguió estacionar cerca del centro de la ciudad sin ponerse de nuevo en evidencia. Pedro salió del coche y cerró la puerta con fuerza. Cuando ella consiguió recoger su bolso y salir también, se lo encontró de pie, parado y mirando en la dirección opuesta.


–Nos vemos aquí dentro de media hora –le dijo él.


Se alejó de allí sin siquiera mirar atrás.


Llegó al estacionamiento y la vió apoyada en el coche, con unas cuantas bolsas a sus pies. Con sus vaqueros y chaqueta con capucha, parecía una más de tantas personas que iban al pueblo a comprar. Si no la hubiera estado bastante común. Pero él la estaba buscando y, mirando con más detenimiento, se dió cuenta de algo. A pesar de no llevar maquillaje y el pelo simplemente recogido en una coleta, tenía un aspecto fresco y lleno de vida. Distinta a Ivana, que siempre estaba repleta de energía, casi demasiada. Paula parecía llena de potencial, como si estuviera concentrada en algo importante. No pudo evitar envidiarla. La desesperanza lo había acompañado durante sus años en prisión y creía que podría dejarla atrás con la misma facilidad que se quitó por fin su uniforme de preso, pero no había podido hacerlo. Aún la sentía sobre los hombros y no sabía cómo deshacerse de ella. Esa mujer, en cambio, parecía hacer todo sin esfuerzo. No sabía si sentirse fascinado o frustrado. Ella se giró hacia él al verlo llegar al coche. Y él sintió la necesidad de decir algo, cualquier cosa, para esconder su confusión. 

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