miércoles, 22 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 41

Llamaría un par de semanas más tarde a la agencia para que comenzaran a buscar a alguien que la sustituyera. Se lo pensó mejor y decidió llamar en ese mismo instante, para demostrarse que no era tan cobarde como creía. Sacó el móvil para hacerlo, pero vió que tenía un mensaje y lo escuchó.


–Paula –dijo su madre–. Sólo quería recordarte que la fiesta empieza a las ocho y que me gustaría que fueses puntual. Y ponte algo bonito, ¿De acuerdo? Adiós.


Recordó que el sábado siguiente era el dieciséis de abril, el cumpleaños de Gonzalo. No pensaba ir, pero a lo mejor era justo lo que necesitaba, pasar algo de tiempo lejos de esa casa y de Pedro. Le tentaba la idea de pasar un fin de semana relajado, sin la tensión de pensar a cada momento que él iba a darse cuenta de sus sentimientos.


–¿Algo importante? –le preguntó Pedro mientras devolvía los cangrejos al agua.


–Bueno, la verdad es que quería preguntarte si podría tomarme libre el próximo fin de semana. Es el cumpleaños de mi hermano.


–No hay problema. Apenas has tenido días libres y a mí me vendrá bien estar a solas con Valentina y pasar mucho tiempo con ella.


Paula estaba de acuerdo. Les convenía estar solos y ver qué pasaba. Sería una especie de entrenamiento para cuando ella se fuera de verdad. Valentina se acercó a ellos.


–Entonces, ¿Podremos ir a visitar a mis abuelos como me prometiste?


–Eh… Ya veremos –repuso él sin poder ocultar su desencanto.


–¡Papá! ¡Me lo prometiste!


–He dicho «Ya veremos».


–Eso siempre significa «No».


La niña tenía razón. Y se le daba bien conseguir lo que quería.


–Muy bien, iremos a verlos.


–¡Genial! ¿Puedo tomarme un helado?


Pedro le dió unas monedas y la niña corrió delante de ellos hasta la heladería.


–¿No te llevas bien con tus padres? –le preguntó Paula.


–No, me llevo bien con ellos. Pero viven en España. Tengo pensado ir allí este verano con Valentina –dijo él dudando un segundo–. Tú también puedes venir, si quieres.


Paula no dijo nada. Pensaba que entonces ya no estaría con ellos.


–Son los padres de Ivana a los que vamos a visitar.


–¿Y no te llevas bien con ellos?


–No es eso. Todo iba bien antes de que… Antes de que Ivana muriera – repuso mirando al río con el ceño fruncido.


–Pedro, no tienes que contarme nada si no quieres. De verdad, no tienes por qué hacerlo.


La verdad era que no quería saber nada de la maravillosa Ivana. La mujer que le había roto el corazón.


–No, no pasa nada –dijo él mientras andaban hacia el pueblo–. Después de que me detuvieran, pude ver en sus caras que no estaban convencidos de que no tuviera nada que ver con la muerte de su hija. Supongo que estaban enfadados y yo era la mejor diana para su ira. Ahora pienso que les resultaba difícil pensar que su hija no era perfecta, que había traicionado a su marido y a su hija. Era más fácil para ellos echarme a mí la culpa de todo.


–¿Crees que ellos aún piensan que…? –preguntó ella.


–No. De hecho, aceptaron la verdad bastante pronto, pero todo ha cambiado. Supongo que saben cómo me sentí y ahora no pueden ni mirarme a los ojos.


–Entiendo ahora por qué no quieres ir a verlos. Será bastante incómodo para todos…

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