miércoles, 22 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 43

Ella no pudo evitar sonreír.


–Bueno, sería más agradable que arrastrar mi maleta por estaciones de tren.


Paula no sabía por qué Pedro parecía tan satisfecho.


–Muy bien. Entonces está decidido.


–Muy bien –repitió ella temiendo las seis horas que iba a pasar en un coche con él.



La autopista estaba llena de conos naranjas. Paula suspiró y miró hacia atrás. Valentina estaba concentrada en la música de su MP3 y no parecía molestarle el retraso.


–A lo mejor nos salvan las obras de la carretera –le dijo Pedro.


–¡Ojalá!


Pedro frunció el ceño y la miró.


–¿No echas de menos a tu familia?


–Claro que sí. Pero es que… No sé. Siempre consiguen hacerme sentir estúpida…


–No eres estúpida, Paula –repuso él rápidamente–. No sé cómo alguien podría pensarlo. Yo suelo sentirme estúpido a tu lado muchas veces.


Ella resopló con incredulidad.


–¡Sí, claro! El médico cree que es tonto comparado conmigo. ¡Difícil de creer!


Pedro la miró con seriedad. Echaba de menos el temperamento gruñón del viejo Pedro. Se sentía más segura a su lado.


–No te subestimes así.


–No me subestimo. Es la verdad. Gonzalo es el listo y yo soy…


–¿La guapa?


Eso era lo que su padre solía decirle cuando tenía nueve años. Lo hacía para consolarla.


–No te rías de mí, Pedro.


–No lo hago.


Ella miró al frente.


–Será mejor que aceleres para acercarte al coche de delante o nunca llegaremos a Londres –comentó ella cambiando de tema.


Pedro volvió sus ojos a la carretera y le habló sin mirarla.


–¿Es que tu marido nunca te dijo que eras preciosa?


Paula se quedó con la boca abierta. David solía decirle que estaba bien, perfecta o elegante. Pero temía que se refería más a su apariencia del momento que a ella misma. Siempre estaba preocupado por su aspecto, quería que estuviera lo bastante bien como para poder presentarla como su esposa. Nadie la había mirado nunca a los ojos y le había dicho que era preciosa. Pero no estaba dispuesto a confesarlo. Pedro parecía estar concentrado en la carretera, así que se quedó callada y dejó que la pregunta se perdiera en el vacío. El tráfico había mejorado un poco y ya estaban a las afueras de Londres. Pensaba que ya habían olvidado el tema, cuando él habló de nuevo.


–A toda mujer deberían decirle que es preciosa.

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