miércoles, 8 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 13

Pensó en que podría ir a visitar a su amiga un par de semanas más tarde. Ahora que iba a vivir cerca, podría ir simplemente a pasar el fin de semana. Se dió la vuelta e intentó no pensar en que ya estaba haciendo pequeños sacrificios por esa familia, ya había empezado a ponerla por delante de sus propias necesidades. Siempre empezaban así las cosas…


–¡No quiero ir a jugar con Guadalupe! ¡La odio!


No fue difícil reconocer la voz de Valentina, a pesar de que aún estaba en la habitación de invitados con la puerta cerrada. Intentó no escuchar mientras se cepillaba el pelo, pero gritaban tanto que era imposible no oírlos.


–Te vendrá bien empezar a conocer mejor a tus compañeros de clase. Llevas allí medio curso y aún no has hecho ninguna amiga.


–¿Y eso está bien para quién? ¡Lo que pasa es que no quieres tenerme aquí!


–¡Valentina! Sabes que eso no es verdad.


Pero la única respuesta que Pedro recibió fue un portazo. Paula cerró los ojos. Lo que le apetecía en ese instante era ir a por su coche y volver a Londres tan rápido como pudiera y sin parar. Quería decirle a Pedro que lo había pensado mejor y que no podía aceptar el trabajo. Su situación era muy complicada y no sabía si iba a ser capaz de mejorar las cosas entre ellos. Pero sabía que si no aceptaba, él tendría que separarse de nuevo de su hija y entonces habría muy pocas posibilidades de que su relación sobreviviera a la distancia. Le bastó con pensar en que podía ser capaz de arreglar las cosas entre ellos para que padre e hija fueran felices. Eso hizo que dejara de lado sus propios sentimientos de inseguridad. Pedro se había ofrecido a llevarla hasta el pueblo para que pudiera recoger su coche. No estaba demasiado lejos como para que no pudiera ir andando, pero había empezado a llover y sus zapatos estaban aún húmedos. Cuando Paula salió de la casa, Valentina estaba ya sentada en la parte de atrás del todoterreno. Estaba enfurruñada y con los brazos cruzados sobre el pecho. Pedro cerró la casa y se metió en el coche sin abrir la boca. Paula se giró con una sonrisa hacia Valentina y la niña puso los ojos en blanco. Intentó ocultar una sonrisa, no quería que la niña pensara que estaba bien ser descarada, pero le alegraba que la viera como una aliada más que como una enemiga. En pocos minutos, atravesaron la carretera, que era un auténtico barrizal, y llegaron al pueblo. Pedro estacionó cerca del muelle para que se bajara Paula.


–Sólo por curiosidad, ¿por qué dejaste tu coche en el otro lado del río ytomaste un ferry para cruzarlo?


Paula se agachó para tomar su bolso.


–Bueno, es un poco difícil conducir y mirar el mapa por estas carreteras…


–En otras palabras, te perdiste –la interrumpió él.


–¡No! Bueno, sí, un poco. Iba siguiendo las indicaciones para Lower Hadwell, pero supongo que debí de pasarme la entrada al pueblo.


Pedro suspiró. Estaba claro que no le sorprendía lo que había ocurrido. Paula hubiera preferido que simplemente se riera de ella, como había hecho el conductor del ferry. Eso podía soportarlo. Él sacudió la cabeza y encendió de nuevo el motor del coche. Paula no sabía adónde iban. Parecía claro que Pedro había tomado una decisión y no consideraba necesario comunicárselo. No quería perder el tiempo discutiendo con una tonta como ella. Le entraron ganas de poner los ojos en blanco, como hacía Heather con su padre, pero no lo hizo. Agarró el bolso con fuerza y miró por la ventana. Estaban subiendo por la empinada pendiente que llegaba hasta la salida del pueblo.


–¿Adónde vamos? Tengo que recoger mi coche.

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