viernes, 31 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 57

La noche anterior, se pasaron horas pensando y planeando en el vacío bar del hotel. Entonces, todo había parecido real, incluso posible. Pero, en ese instante, ya de día, empezaba a pensar si no lo habría soñado todo. Parte de ella pensaba que Pedro llegaría y se comportaría como si nada hubiera pasado. Vió el coche acercarse y el corazón le dió un vuelco. Había llegado el momento crucial. Valentina la saludaba con entusiasmo, pero Pedro estaba concentrado en estacionar.


–Venga, Valen –le estaba diciendo a su hija.


–¡Papá! Ya no tengo tres años.


–Lo sé, pero es un viaje muy largo y acabas de beberte un refresco.


–¡Qué pesado! –repuso ella saliendo del coche–. ¡Hola, Paula!


–Hola, Valen. ¿Quieres que te enseñe dónde está?


–No empieces tú también. Casi soy una adolescente, puedo encontrar el lavabo solita.


–Muy bien –repuso Paula sonriendo.


Oyó la puerta del coche abrirse y Pedro salió. Sus ojos se encontraron por encima del coche. De repente, se sintió muy tímida. No podía interpretar su expresión. Murmuró algo, fue hacia ella y, tomando sus maletas, las metió en el maletero. Después volvió a su lado, le tomó la mano y se la acarició con el pulgar. Era un simple gesto, pero lo suficiente para que todo su ser se estremeciera. La miró a los ojos y a Paula se le derritió el corazón. Él estaba despeinado y no se había afeitado. Alargó la mano para tocarle la barbilla, áspera y dura. Se inclinó sobre ella y la besó. Paula tuvo que apoyar la mano en su torso para no caerse.


–Buenos días, preciosa.


Era muy amable, pero ella sabía que su aspecto no era muy atractivo. Llevaba vaqueros y una camiseta. Se imaginó que Pedro seguía pensando en ella como la había visto la noche anterior.


–Bueno días –susurró ella.


Él estaba a punto de besarla de nuevo cuando ella lo detuvo.


–Valentina –le recordó.


Acababa de ver a la niña en el vestíbulo del hotel, a punto de salir a la calle. Tuvieron el tiempo justo para separarse un poco más. A Paula le latía el corazón con fuerza, se sentía como si acabaran de pillarla haciendo algo malo. Miró a Pedro, estaba esforzándose tanto por parecer que todo estaba normal que a ella casi le dió un ataque de risa.


–Iba a abrirle la puerta a Paula –dijo él para explicar por qué estaba allí.


Abrió la puerta muy rápidamente y Paula se metió dentro a la misma velocidad. La niña levantó un milímetro las cejas y después se metió también en el coche, concentrándose en su MP3 y su música. Pedro fue a su lado y comenzaron el viaje. Se pasó los primeros veinte minutos mirando sólo a la carretera, hasta que se atrevió a mirarla de reojo. Ella le guiñó un ojo y él se relajó. Cuando llegaron a la autopista y Valentina se durmió, Pedro se volvió un poco más audaz y estuvieron hablando en voz baja. Sólo de cosas intrascendentes, por si la niña se despertaba. Cuando por fin lo hizo, volvieron a viajar en silencio, los dos con una sonrisa en la boca.

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