lunes, 27 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 46

 –¿Dónde está tu hermana pequeña? ¿Está aquí?


–No sé si ha llegado ya, pero sí que asistirá.


–¿Viene con alguien?


Gonzalo se encogió de hombros.


–No estoy seguro.


David miró a su acompañante y se rieron. Ese gesto hizo que se le revolviera el estómago. Tenía que ser el ex marido de Paula. Era tan despreciable como se lo había imaginado. Le daba pena que Paula tuviera que aguantar ese tipo de actitud durante toda la noche. Seguro que David se lo pondría difícil. Parecía el tipo de hombre al que le gustaba presumir. Le agradó ver que Gonzalo parecía incómodo.


–Escucha, David. Tengo que dejarlos. Luego te veo.


Gonzalo subió las escaleras y David se inclinó para susurrar algo en el oído de su novia. Los dos rieron y Pedro se dió cuenta de que ya no estaba apoyado en la pared, sino tieso como un palo y con las manos cerradas en un puño. Se moría de ganas de usarlas. Pero entonces apareció Valentina. Él seguía concentrando mirando al gusano que había estado casado con Paula.


–Vamos, Valentina. Tenemos cosas que hacer.



Paula respiró profundamente y se colocó los brillantes en las orejas. Ya había terminado. Estaba tan decorada como un árbol de navidad. Hacía mucho que no se arreglaba tanto y, como había perdido unos quince kilos desde el divorcio, no le valían ninguno de sus viejos vestidos. Así que se había comprado un vestido nuevo. Era granate y muy elegante. Nada clásico y modesto como lo que solía llevar, sino algo más llamativo. El escote era generoso sin resultar escandaloso. El vestido resaltaba sus curvas, enfatizaba su estrecha cintura y caía con elegancia hasta el suelo. Era el tipo de vestido que siempre había querido llevar cuando salía a cenas de negocios con David, pero nunca se había atrevido. Se miró en el espejo. Se había recogido el pelo en un moño alto, con unos cuantos mechones cayendo a ambos lados de su cara. Lo hacía por David. No quería impresionarlo, pero sí que viera que podía valerse muy bien por sí misma. Ese día se encontraba diez veces más guapa de lo que había estado durante su matrimonio. Así todos podrían ver que estaba mejor sin él y dejarían de hablar de ella y de mirarla con pena. Pero no le hacía gracia tener que ver a David acompañado, eso le recordaría lo patética que era su vida sentimental. A David le encantaría saber que se había enamorado del hombre equivocado. Era tan competitivo que quería ser el primero en parecer recuperado después del divorcio. Iba a tener que convencerlo de lo bien que estaba. Iba a ser encantadora, divertida y elegante. En otras palabras, ser otra persona. Se puso los zapatos de tacón y miró su reloj. Eran las siete y cincuenta y nueve. El espectáculo estaba a punto de comenzar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario