miércoles, 22 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 44

Paula empezaba a cansarse de que él criticara su fallido matrimonio. Y no importaba que estuviera dando en el clavo. O quizá por eso le estaba fastidiando tanto.


–¿Qué pasa? –repuso enfadada–. ¿Tú le decías cada día a tu mujer lo preciosa que era?


–No cada día, pero lo suficiente.


–¿Y lo era? ¿Era preciosa?


Pedro tardó en contestar.


–Supongo que sí.


–¿Preciosa de verdad o sólo se lo decías porque creías que era lo correcto?  Eso es mentir, desde mi punto de vista.


–No, era muy bella. El tipo de mujer que los hombres se quedan mirando. El tipo de mujer que ilumina una habitación cuando entra en ella. Así era – repuso también enfadado.


–¡Ah! –contestó ella sin saber qué decir.


–¿Es eso lo que querías saber? ¿Estás contenta ahora?


–Sí, gracias.


Pedro suspiró y agarró con más fuerza el volante. Lamentaba haberle dicho a Paula que Ivana era espectacular. Lo era, pero también egoísta y voluble. No como ella. La belleza de Paula residía en su interior y desde allí salía hacia fuera. Creía que su marido había sido un idiota por haberla hecho sentir tan mal. Pensó que no le importaría darle un puñetazo si lo veía alguna vez. Cuando estacionaron frente al hotel Hurst Manor eran más de las seis.


–No salgas disparada, Paula. Deja que te ayude con la maleta. Valen, vuelvo en un segundo –añadió Pedro mirando a su hija.


–¿Qué? –preguntó la joven quitándose los auriculares.


–Voy a ayudar a Paula con la maleta. No te muevas de aquí, ¿Vale?


–Vale –repuso ella poniéndose de nuevo los auriculares.


–Gracias, Luke –le dijo Gaby yendo con él al maletero–. Pesa bastante la maleta. No sabes la cantidad de cosas que necesito para conseguir estar, según mi madre, «presentable».


Él sacudió la cabeza mientras sacaba la maleta. Sabía que de nada iba a servirle discutir con ella. Entraron juntos en el hotel, que era una especie de antigua mansión con jardines perfectos. Estaba claro que la fiesta era de postín. Paula recogió su llave en recepción y juntos comenzaron a subir las escaleras.


–¡Paula! ¡Ahí estás! ¡Ya era hora!


Paula se quedó helada y se giró lentamente.


–Mamá, ¡Qué alegría verte! Nos encontramos con bastante tráfico en la autopista.


–Bueno, no pasa nada. Ahora estás aquí. Espero que pienses hacer algo con tu pelo.


Pedro pudo ver cómo Paula se mordía la lengua para no responder. Bajó las escaleras para saludar a su madre.


–Claro, mamá.

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