lunes, 13 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 24

Pedro levantó el pie del acelerador. No era buena idea conducir tan deprisa por esa carretera llena de curvas. Pero no quería relajarse, no quería pensar en lo que le rondaba por la cabeza. Sabía que lo que Paula había hecho no era más que un simple error. Le podía haber pasado a él. Casi ni se acordaba de haber recibido la carta y, si no hubiera llamado el colegio, se habría olvidado por completo. La verdad era que había estado enfadado desde el día que fueron a pasear por la playa. Se sentía fatal y no eran más que estúpidos e infantiles celos. Envidiaba lo bien que se llevaban ellas dos. 


Había empezado a llover. Sólo eran las cinco y Patricia Allford le había dicho que fuera a recoger a Valentina a las seis. Fue hasta el pueblo y estacionó allí. Le vendría bien un paseo por la playa para hacer tiempo y aclarar sus ideas. Salió del coche y corrió al maletero, donde siempre guardaba un chubasquero. Bajó hasta la playa. Hacía un par de semanas que no se ponía esa chaqueta y se sorprendió, al meter las manos en los bolsillos, de encontrar allí las llaves del porche trasero además de un papel arrugado. Caminó durante cinco minutos sintiendo el papel entre sus dedos. Finalmente, la curiosidad pudo con él y lo sacó para ver de qué se trataba. En cuanto vió el logotipo del colegio supo lo que era. No tuvo ni que leer la carta para saberlo. Metió de nuevo el papel en el bolsillo. Él había sido el que había ido a recoger a Heather al colegio ese miércoles. Ese día también llovía. Se sentía fatal. Ya estaba sufriendo por lo duro que había sido con ella y ahora se daba cuenta de que todo había sido por su culpa. No le extrañaba que Paula no recordara la carta, había estado todo el tiempo en el bolsillo del chubasquero de Pedro. Se imaginó que Paula estaría furiosa con él. Al menos, debería estarlo. No la entendía. Había dejado que la acusara y no había protestado. Incluso se había disculpado. Volvió al coche. Iba a tener que hacer algo para evitar que Paula se volviera corriendo a Londres. Supo que haría cualquier cosa para que se quedara. Sólo llevaba unas semanas con ellos, pero no se imaginaba la casa sin ella, estaría vacía. Sabía que a Valentina le destrozaría que se fuera y él no estaba preparado para enfrentarse solo a su hija. Tenía que convencerla para que se quedara, la necesitaba. Fue a recoger a Valentina. Le sorprendió que no estuviera enfadada por lo que había pasado esa tarde, ni siquiera mencionó cuánto odiaba a Guadalupe, como hacía siempre. Al llegar a casa, se tomó su tiempo en entrar, no sabía qué iba a encontrarse. Cuando llegó a la cocina, Valentina estaba intentando convencer a Paula para que le diera un poco de su tarta casera. Pero él quería hablar con ella a solas.


–Valentina. No puedes tener hambre, acabas de cenar –le dijo su padre.


La niña lo fulminó con la mirada.


–Bueno, tienes que hacer tus deberes. Termina tus tareas y luego hablamos de la tarta.


Valentina tomó su mochila y salió sin abrir la boca.

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