miércoles, 1 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 5

Si iba a enfrentarse a él, no podía quedarse allí, hundiéndose cada vez más en el barro. Pero le costaba trabajo hablar con el hombre que había entrado en la casa. Lo que más le había dolido era su mirada, de ira y desprecio. Unos ojos que le habían dicho que ella era una inútil y que no merecía la pena. Tenía que recordarse que no era a ella a la que miraba así, que él estaba enfadado porque pensaba que era una periodista. Pero ya había visto esa mirada en David, demasiado a menudo, e hizo que algo se revolviera dentro de ella. Cuando su ex marido la miraba así, sabía perfectamente con quién estaba hablando. Se pasó las manos por el pelo y fue hacia la puerta principal. Golpeó la puerta. El corazón se le salía del pecho. Esperó mientras escuchaba con atención. No oyó nada. Estaba a punto de volver a llamar cuando escuchó un portazo en otra parte de la casa. Quería darle a entender que sabía que estaba en la puerta y que la estaba ignorando. Suspiró y se frotó la cara con las manos. Había conducido durante más de siete horas para llegar hasta allí. Tenía frío y sus pies estaban empapados. Decidió que no podía simplemente renunciar a hablar con él y marcharse a casa sólo porque él estaba furioso. Fue hasta la parte de atrás de la casa. La puerta trasera estaba entreabierta. Se imaginó que había estado demasiado enfadado como para asegurarse de que la dejaba bien cerrada. La empujó levemente con sus dedos y la puerta crujió.


–¿Señor Alfonso? –llamó desde allí.


Echó un vistazo y se encontró con una pequeña habitación. Allí había una diminuta ventana y varios ganchos de los que colgaban abrigos y chaquetas. El suelo estaba cubierto de botas.


–¿Señor….?


Estaba a punto de llamarlo de nuevo cuando la puerta que daba con el resto de la casa se abrió. Las palabras se le helaron en la garganta.


–Nunca se cansan de hostigarme, ¿Verdad?


Paula tragó saliva e intentó abrir el bolso, pero estaba más torpe que nunca. A esa distancia, ese hombre parecía mucho más amenazador, como un animal salvaje enjaulado.


–¡Váyase o llamo a la policía! –le gritó.


Se acercó a ella y Paula se retiró un poco, mientras buscaba algo en el bolso. Cuando levantó la vista se encontró con el rostro del hombre, duro como el acero. Pensó que era un buen momento para hacer lo que le decía y salir corriendo de allí. Dejó de respirar unos segundos y por fin halló lo que buscaba, su tarjeta de visita. La sacó del bolso, sorprendida de que sus manos respondieran. Él pareció sorprendido y ella aprovechó ese momento para mostrarle la tarjeta.


–Agencia Bright Sparks, señor Alfonso.


Miró la tarjeta, después a ella y de nuevo a la tarjeta.


–Vengo por la entrevista –le dijo ella.


Él la miró de nuevo, parecía atónito.

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