miércoles, 15 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 27

Paula asintió. Parecía estar conteniendo la risa.


–Por eso chocan tanto. A veces, ninguno de los dos están dispuesto a ceder ni un centímetro. Necesita tener el control de las riendas tanto como tú.


Pedro abrió la boca para contradecirla, pero volvió a cerrarla.


–¿Eso crees?


–Sólo tienes que calmarte un poco y ella también lo hará. Deja de intentar hacerlo todo por ella. No es la niña de seis años que dejaste atrás. Y no puedes recuperar el tiempo perdido tratándola como si tuviera seis años.


–¿Crees que eso mejorará las cosas?


–Eso creo. Ya estás empezando a hacerlo. Sigue así, poco a poco.


–¿Cómo sabes todo esto? ¿Te lo enseñaron en el colegio de niñeras?


Paula apartó la mirada, parecía algo avergonzada.


–Lo cierto es que, de niña, me sentí muchas veces como ella ahora. Sé lo que es tener toda tu vida organizada por otra persona. Es agobiante. Cada pequeño detalle tiene que salir tal y como está previsto o es el fin del mundo. No sé cómo lo soporté tanto tiempo como hice.


Se dió cuenta de que la conversación había cambiado de camino y ya no hablaba de su niñez, sino probablemente de su ex marido. Pedro pensó que debía de haber sido un idiota.


–Esta tarde…


–Creía que no íbamos a hablar de lo que pasó esta tarde.


–Déjame terminar, Paula. Iba a preguntarte por tu dibujo, el que tenías en el cuaderno cuando llegaste.


–No era demasiado bueno. Lo tiré. Supongo que lo tenía un poco abandonado.


–Era mejor que cualquier cosa que haga yo. Tengo problemas para hacer una línea recta.


–Me gusta mucho pintar. Estaba pensando en volver a hacerlo en mi tiempo libre. Los colores del río son tan bellos…


Él ni siquiera se había dado cuenta. A lo mejor estaba demasiado obsesionado con lo que pasaba dentro de la casa y de su vida para mirar a su alrededor.


–¿Cuál es tu color favorito?


–Creo que el verde –repuso ella–. Pero no un verde brillante, sino los verdes del musgo y los profundos tonos de las esmeraldas. ¿Y el tuyo?


Lo tenía fascinado. Cuando hablaba de lo que le gustaba, Paula brillaba. No entendía cómo pudo haberle parecido una mujer común. En ese instante, estaba mirándola directamente a los ojos y su mirada chispeaba…


–Marrón –repuso él sin pensar.


–¿Marrón? –repitió ella extrañada–. Tu color favorito es el marrón. ¿En serio? –añadió con una graciosa mueca.


–Bueno, no marrón. Sino…


Entonces volvió a mirarla a los ojos. Eran más bien castaños con destellos dorados cálidos y profundos. En ese instante no pudo pensar en otro color más bello.

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