miércoles, 29 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 53

Eso era lo que había estado esperando. Llevaba deseando que la besara desde la primera vez y no iba a resistirse. Liberó los brazos y lo rodeó por la cintura. Paula le devolvió el beso con todo el amor y el deseo que llevaba semanas guardando y creciendo en su interior. Se trataba de Pedro, su Pedro. Y no iba a perder ni un segundo dudando o asustándose. Por una vez en la vida, quería hacer lo que le apetecía. No le importaban las consecuencias. Pedro movió las manos sobre su cara. Cada caricia parecía estar llena de la misma adoración y deseo que estaba torturando a Paula. Por fin, él se separó, con la cara aún entre sus manos.


–Llevo toda la noche deseando hacer eso.


–¿En serio? –preguntó ella–. ¿Toda la noche?


–Así es –repuso él con una gran sonrisa.


–Pensé que todo era una farsa.


–Nunca dije eso. ¿Por qué pensabas que estaba jugando contigo, Paula?


–Se suponía que era un juego, ¿No?


–Allí dentro, estábamos dándole a esa gente lo que quería ver. Pero aquí afuera estamos los dos solos. No más farsas. No lo soporto más.


Ella sentía lo mismo, pero no podía siquiera hablar.


–Éste desde luego no es de mentira –le dijo besándola con ternura en los labios–. Ni éste –añadió plantando un beso en la mandíbula y otro en el cuello–. Ni este tampoco.


Desde luego, sus besos eran muy reales.


–¡Dios mío! –gritó alguien a sus espaldas.


Se quedaron congelados. Su madre se acercaba a ellos.


–Esta mujer debe de tener un radar –le susurró él al oído sin dejar de abrazarla.


–¿Es verdad? –preguntó su madre fuera de sí.


–¿El qué, mamá?


–Que… Que… Que este hombre es tu jefe.


Paula tragó saliva.


–Creo que eso no es asunto tuyo…


–¿Mi hija está divirtiéndose con un hombre casado y crees que no es asunto mío?


Apretó con fuerza las mandíbulas antes de hablar.


–Mamá, ¿Cómo te atreves? No sé quién te…


Se detuvo al darse cuenta de que David debía de haber hablado con ella.


–Alejandra…


Su madre le lanzó tal mirada que Pedro se percató de que acababa de destituirlo, ya no podía tutearla.


–Mi esposa ha fallecido –anunció–. Hace ya más de cinco años que ocurrió.


La señora se quedó con la boca abierta.


–Bueno, ¿Cómo iba a saberlo? Yo pensaba que Paula trabajaba para una familia normal…


–¡Mamá! ¿Cómo puedes ser tan maleducada? Sólo porque es viudo, no significa que no tenga una familia… –repuso enfadada–. De hecho, ¿Sabes qué, mamá? Creo que su familia es mucho más normal que la mía.


–Bueno, siento que pienses eso, Paula.

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