lunes, 27 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 50

Levantó la vista y lo miró con detenimiento. Llegaba un traje muy elegante. Se había peinado y afeitado. Le sonrió y dejó de respirar. Esa versión de Pedro era muy apetitosa. Siempre le había parecido atractivo, pero se había desprendido de la corteza de tipo duro que solía llevar a su alrededor. Se imaginó que así era antes de que ocurriera todo. Sin ser consciente de sus actos, le llevó la mano a la mejilla y comenzó a acariciarlo. Pedro dejó de sonreír y la miró con intensidad. Ella le sostenía la mirada y todo se paró a su alrededor. Todo menos sus dedos, que seguían acariciando su cara. Él suspiró, cerró los ojos y apoyó la cara en la mano de Paula. Ella también cerró los ojos. Sus caras estaban a pocos milímetros, los dos sabían lo que iba a ocurrir.


–¡Paula!


Paula abrió los ojos de golpe y se separó de él.


–¡Mamá! Me alegra… No te había visto.


Su madre miró a Pedro de arriba abajo.


–Ya me he dado cuenta.


Pedro dió una paso hacia ella y extendió la mano.


–Buenas noches, señora Chaves. Soy Pedro Alfonso. Nos conocimos esta tarde.


Su madre parecía recelosa, pero aceptó su mano. Para asombro de ambas mujeres, Pedro, en vez de darle la mano, se la llevó a la boca con reverencia. Paula creyó ver a su madre ruborizándose.


–Bueno, me alegra verle de nuevo, señor Alfonso.


–Por favor, llámeme Pedro.


Su madre se olvidó de quién era por un segundo y le sonrió de verdad. Paula no podía creerlo.


–Tú puedes llamarme Alejandra.


Pedro le soltó la mano y volvió a rodear la cintura de Paula, algo que no se le pasó por alto a su madre.


–¿A qué te dedicas, Pedro?


Parecía una pregunta ingenua, pero Paula sabía que era parte de unminucioso interrogatorio.


–Soy médico.


–¡Médico! Vaya, eso es maravilloso –dijo mirando a su hija.


Parecía sorprendida de que hubiera aparecido con un hombre más que adecuado.


–¿Y cómo se han conocido?


–Bueno, Alejandra, creo que la orquesta empieza de nuevo a tocar. Estoy seguro de que nos perdonarás. Podemos hablar más tarde.


–Por supuesto. Me encantaría charlar contigo después.


Paula no lo dudaba. Pedro la tomó de nuevo entre sus brazos y comenzaron a bailar.


–¿Es eso lo que te enseñan en la Facultad de Medicina? ¿A controlar las mentes?


Él rió con ganas.


–Sólo es un juego, Paula. Yo sabía cómo era y la pillé de improviso. Teníamos ventaja.


–¿Teníamos?


–Sí. Formamos un buen equipo, ¿No? Supongo que una de tus aspiraciones para esta noche era quitarte a tu madre de encima.


–Sí, pero…


–Bueno, pues misión cumplida.


Siguieron bailando en silencio.


–Pedro, no tienes por qué hacerlo, ¿Lo sabes?


–¿No tengo por qué hacer el qué? –preguntó él frunciendo el ceño.


–No tienes por qué quedarte y salvarme. Son mi familia y debería ser capaz de soportarlos yo sola.


–¿Te molesta que haya venido?


Ella negó con la cabeza.


–No, pero no quiero que creas que tienes que…


–Paula, estoy aquí porque quiero. Quería hacer algo por tí. Tú nos has ayudado tanto a Valentina y a mí…


Sus palabras la desilusionaron. Sólo estaba devolviéndole un favor.


–Pedro, tú me pagas para que te ayude con Valentina.


–Lo sé. Mira, no quería decir que… No sólo has ayudado a Valen, también has hecho que yo cambie. Somos más que un jefe y una empleada, ¿No? Pensé que también éramos amigos.


Ella asintió y apoyó la cabeza en su hombro. Así que de eso se trataba. Sólo eran dos amigos engañando al resto del mundo. Era irónico que el hombre que le había roto el corazón intentara recomponérselo. 


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