miércoles, 22 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 45

Ahora se daba cuenta de por qué siempre ocultaba sus sentimientos. Seguro que había aprendido a hacerlo desde pequeña, era una táctica de supervivencia. La señora lo miró en ese instante e hizo que se sintiera arrugado y desaliñado de inmediato.


–Mamá, éste es Pedro.


La mujer lo miró de arriba abajo y después volvió a concentrarse en su hija.


–Bueno, no te distraigas, Paula. No hay tiempo para quedarse parado y charlar.


Y sin más, salió de allí disparada.


–No digas nada –le advirtió Paula a Pedro.


Pero no podía evitarlo. Una gran sonrisa se dibujó en su rostro.


–¡Lo digo en serio! –insistió ella.


Eso fue aún peor. La sonrisa se amplió y le temblaron los labios, como si estuviera conteniendo la risa.


–¡Eres un canalla! –repuso ella riendo–. Venga, acompáñame. Ya lo has oído, no hay tiempo que perder.


La siguió a su habitación y dejó allí la maleta, sin entrar dentro.


–¿A qué hora es la fiesta?


–A las ocho. ¡Deséame suerte!


–Buena suerte.


Le hubiera parecido lo más natural inclinarse sobre ella y darle un beso en la mejilla, pero se resistió con todas sus fuerzas.


–Bueno, adiós entonces. Te recogemos mañana a las dos.


Fue hacia las escaleras y se volvió a mirarla antes de bajar. Ella seguía en el pasillo y también lo estaba mirando. Le sonrió y bajó al vestíbulo. Allí se encontró con Valentina.


–¡Valentina! ¿No te dije que no te movieras?


–Tengo que usar el baño –murmuró la niña.


–Muy bien –repuso él mirando a su alrededor–. Ahí está, por ese pasillo. Te espero aquí.


Se apoyó en una pared del vestíbulo. En ese instante entró un hombre atractivo y alto, que debía de ser Gonzalo, el famoso hermano de Paula. Su pelo era más claro, pero se parecían mucho. Estaba a punto de acercarse a saludarlo cuando entró otra pareja.


–¡Gonzalo! ¿Cómo estás, viejo amigo?


–Bien, bien, David. ¿Cómo estás? No te había visto desde…


–¿Desde el divorcio?


–Sí, supongo que sí –repuso Gonzalo algo avergonzado.


–Constanza nos ha invitado –explicó mirando a la rubia que lo acompañaba–. Espero no haber arruinado la sorpresa.


–No, no. La verdad es que estoy sorprendido.


David le dió una palmada en el hombro.


–Me alegro. Hemos sido tan amigos en el pasado que sería una pena dejar que un pequeño incidente familiar se interponga entre nosotros.


A Pedro le alegró ver que el hermano de Paula no parecía estar de acuerdo. David sonrió y miró a su alrededor.

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