miércoles, 22 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 42

 –Así es. Pero tengo que hacerlo. Se lo debo a Valentina. Ella los quiere mucho y ya es hora de que vaya a verlos.


–Iría con ustedes si pudiera, ¿Sabes? Preferiría pasar el fin de semana con la niña que ir a esa fiesta.


–¿Rivalidad entre hermanos?


–No, eso no tendría sentido. Gonzalo me gana en todo. Lo que me fastidia es tener que arreglarme y ponerme zapatos de tacón –dijo con una mueca de desagrado–. Y encima tendré que ver a mi ex con su nueva prometida.


–¡Vaya!


–Y lo de la prometida me da igual. Por mí puede quedárselo. Pero voy a estar sola y sé que todos me mirarán con compasión.


–¡Vaya!


–Pero si no voy, mi madre se pasara todo el año dándome la lata y criticándome como acostumbra.


Pedro abrió la boca para hablar de nuevo, pero ella se la tapó con la mano.


-¡No lo digas! -repuso riendo-. Ya vale.


Se arrepintió al instante de su reacción. Los labios de Pedro eran cálidos y suaves bajo sus dedos. Se metió la mano en el bolsillo y siguieron caminando en silencio.



-¡Maldito coche!


Paula golpeó con fuerza el volante.


–¿Se ha roto por fin este cacharro? –preguntó Valentina.


–No es un cacharro, es un coche clásico.


–¿Quieres decir que es una antigüedad? –repuso la niña mientras miraba a sus compañeros de clase pasar a su lado.


–¡Ya vale, Valentina!


Salió del coche y abrió la capota para echar un vistazo al motor, aunque en realidad no sabía qué buscar. Llamó desde su móvil al teléfono de asistencia en carretera. Después entró de nuevo.


–Lo siento, Valen. Tendremos que esperar unos cuarenta y cinco minutos a que vengan los mecánicos.


–¡Voy a perderme mi programa favorito!


Paula cerró los ojos e intentó relajarse.


Al día siguiente, le dijeron en el taller que tardarían una semana o más en conseguir la pieza que necesitaban. Demasiado tarde para la fiesta y demasiado tarde para escapar de Pedro y de sus ojos color avellana.


–Parece que no voy a poder ir al cumpleaños –le dijo a Pedro–. Así que supongo que ustedes también pueden cancelar el viaje.


–Ojalá fuera tan fácil. Pero Valentina me mataría si lo hiciera.


–Bueno, entonces tendré toda la casa para mí sola.


–¿Dónde era la fiesta? No me acuerdo.


–En Chislehurst.


–Eso está relativamente cerca de la casa de los abuelos. ¿Por qué no te vienes con nosotros?


–No sé. No estoy segura.


–¿No estás segura de qué? Vamos a Londres y necesitas a alguien que te lleve. No quieres que tu madre te estrangule, ¿Verdad? Soy médico y sé que no es bueno para la salud.

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