viernes, 3 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 7

 –Bueno, ¿Cuántos años tiene su hija?


–Pensé que era yo el que la entrevistaba a usted.


–Pues hágalo –repuso ella encogiéndose de hombros–. Pero hay algunas cosas que necesito saber antes de decidir si soy lo que usted necesita.


A pesar de su actitud, no quería ser brusca con él. Algo le decía que no siempre había sido así, que necesitaba una segunda oportunidad. Ella era una experta en esas cosas. A su ex marido le había dado no una segunda o una tercera, sino enésimas oportunidades. Pedro Alfonso dejó una taza de café frente a ella. Tenía claro que no era la primera vez que entrevistaba a alguien. Al principio le hizo las mismas preguntas de siempre, pero después dejó su taza sobre la mesa y la miró.


–Si no le importa que se lo diga, usted no es lo que esperaba. La mayoría de las niñeras que he visto son más jóvenes que usted y… Bueno, visten de forma distinta.


–Sólo porque no me parezco a Mary Poppins no quiere decir que no hago un buen trabajo. A algunos niños les provoca ansiedad conocer a gente, sobre todo si tienen apariencia estricta y almidonada. Me he dado cuenta de que ayuda el vestir de forma un poco más informal. En cuanto a mi edad… He decidido volver a trabajar después de algún tiempo sin hacerlo.


–¿Sí? –comentó él con suspicacia.


–Cuando me casé, mi marido prefirió que dejara de trabajar.


–¿Y ahora no le importa?


–Ahora no es asunto suyo. Llevamos casi un año divorciados.


–¿Y ahora está de vuelta en el mercado? Me refiero al trabajo, claro – añadió rápidamente.


–Así es –repuso ella con una sonrisa–. Y la verdad es que me apetece mucho.


–Bueno, me alegro de que decidiera dejar su retiro temporal por nosotros. Valentina necesita a alguien con experiencia. ¿Cuándo puede empezar? Nos encantaría que fuera de inmediato.


Paula había planeado visitar a una vieja amiga en Exeter después de la entrevista. Llevaba años sin verla y se moría de ganas de pasarse una semana con ella charlando y tomando café.


–Bueno, no sé… ¿No necesita algo de tiempo para pensárselo y revisar mis referencias?


–Si es lo bastante buena para la agencia Bright Sparks también lo es paramí. Además, estoy desesperado.


Se levantó de la silla. Estaba a punto de decirle que necesitaba un tiempo para pensar cuando la puerta se abrió de golpe. Paula estaba de espaldas a ella, pero se imaginó que se trataba de la hija, a juzgar por la expresión en el rostro de Pedro Alfonso.


–Valentina, ésta es la…


Una figura envuelta en una chaqueta roja atravesó deprisa la cocina y fue hasta el salón. Poco después, oyó a alguien subiendo la escalera ruidosamente. Pedro su puso inmediatamente de pie. Tenía los ojos en llamas.


–Lo siento. Está pasando por un momento difícil. Después se lo explico.


El hombre salió de la cocina. Volvió a oír fuertes pisadas en la escalera. Pensó que debía de ser algo genético. Ella no podría haber hecho tanto ruido aunque se pusiera botas de plomo. Oyó a alguien discutiendo en la distancia. Un portazo. Más pisadas en la escalera. Pedro hizo que su hija entrara en la cocina. La niña tenía los ojos fijos en el suelo.


–Pedro me ha dicho que la salude –dijo la joven.


–¡Valentina! –protestó su padre.


Pero la joven dobló aún más la cabeza.


–Valentina, quiero que saludes a Paula. Va a cuidar de tí cuando yo empiece a trabajar.


–La verdad es que…


La niña levantó la vista brevemente al oír la voz de Paula. Lo mínimo para mirarla.


–¡Es usted! La de los cangrejos.

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