lunes, 13 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 21

Podía ver en ella a la niña feliz que había sido de pequeña. Le recordaba a cuando tenía tres años y sonreía porque sabía que acababa de decir algo gracioso o encantador. O cuando se tocaba el pelo si estaba cansada. Y todo tenía que agradecérselo a Paula. Él no había hecho nada, sólo sonreír cuando tenía que hacerlo y decir las cosas adecuadas. Paula estaba cada vez más cerca de su hija y, lo que era milagroso, Valentina la dejaba. Él mientras tanto, se limitaba a observarlas desde fuera. Le parecía que seguía siendo un extraño en la vida de su hija, como durante los cinco años anteriores. No sabía por qué no podía establecer lazos con Valentina. Mientras las miraba, las dos mujeres comenzaron a correr y a perseguirse la una a la otra cerca de la orilla. No sabía cómo Paula había conseguido todo aquello. Al principio le había parecido una mujer normal, sin nada especial, pero tenía la habilidad de ganarse los corazones de los niños. Algo muy extraño. No podía evitar estudiarla, intentar descubrir el secreto de su éxito, saber de dónde procedían su valentía y calidez. Por un lado la admiraba, pero por otro sentía envidia. Dejó de mirarlas para concentrarse en la cometa. Parecía haberse roto esa vez. Se acercó y la contempló frustrado. Ella y su hija ni siquiera la habían visto caer. La cometa estaba enredada en los hilos. Era un lío y no sabía qué hacer con él. Valentina, sentada en el asiento de copiloto del coche de Paula, jugueteaba con su pelo.


–Venga, vas a llegar tarde si no sales ya del coche y entras.


Valentina hizo un gesto de desagrado.


–Veinte –le dijo Valentina mirando a Paula con cansancio.


Estaba acostumbrándose ya a que de vez en cuando a Heather le diera por no hablar o hablar en clave. Tenía problemas para expresar sus temores. En vez de decir cómo se sentía, iba dejando unas cuantas pistas para que fuera su interlocutor el que intentara conseguir las respuestas. Respuestas que, por otra parte, estaba deseando dar. Pero no tenían tiempo para eso, las clases estaban a punto de empezar.


–¿Veinte qué, Valen? –preguntó tomándole la mano.


–Veinte días hasta que lleguen las vacaciones de Semana Santa.


Se sentía mal por ella y la comprendía, pero no podía dejar que la niña la manipulara. Tenía que ir al colegio, no era algo que pudieran negociar.


–No es tan malo como crees, cariño.


–¿Cómo lo sabes? ¡Debe de hacer unos cien años que no vas tú al colegio! No tienes ni idea. Nadie sabe cómo es.


Valentina la estaba aniquilando con su mirada láser, tal y como la había definido Pedro el primer día. No iba a ceder. Sabía que se volvía conflictiva cuando no conseguía hacer lo que quería. Se inclinó sobre ella y abrió la puerta del coche.


–Venga, guapa. Fuera de aquí. Vas andando, entras y te sientas. No es tan difícil. Después, cuando salgas, sólo quedarán diecinueve días.


Valentina salió de mala gana del coche.


–Te veo después del entrenamiento de baloncesto –gritó Paula desde el coche.


Valentina estaba progresando, pero todavía quedaba mucho. De momento, parecía haberse establecido una relativa tregua entre padre e hija. Aún no sabían cómo resolver los problemas cuando el temperamento de la niña se interponía, pero al menos parecían intentarlo. Le gustaba mucho Valentina, pero iba a mantener las distancias. Había muchas razones por las que no podía dejar que esa niña y su padre se hicieran con un sitio en su corazón.

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