miércoles, 1 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 4

¿Editor? Paula no comprendía nada, estaba segura de que había dicho «Editor». Pero en cuestión de segundos lo entendió, creía que se trataba de una periodista. Se miró e intentó imaginarse qué era lo que le había hecho pensar eso. Llevaba unos pantalones negros que empezaban a envejecer y unas zapatillas de deporte. No le pareció que tuviera aspecto de periodista, pero, claro, tampoco parecía una niñera. Respiró profundamente e intentó controlar su enfado. No le extrañaba que hubiera reaccionado como lo hizo. 


La prensa amarilla lo había tratado fatal. Había sido acusado del asesinato de su esposa después de que la hallaran muerta en la habitación de un hotel. La prensa se alimentaba con pasión de todos los detalles escabrosos que se iban descubriendo. Recordó el primer titular que leyó. «Un médico, loco de celos, asesina a su esposa». El fiscal había sostenido que dejó a su hija pequeña con un vecino, siguió a su mujer y la encontró en un romántico hotel rural, disfrutando de la compañía de otro hombre. Furioso, arremetió contra ella. La mujer cayó y se golpeó la cabeza. Y, mientras se desangraba sobre la alfombra, él se fue y no volvió a su casa hasta varias horas después. Él lo había negado. Y durante el juicio había sido tan convincente que el jurado lo habría absuelto de no ser por las pruebas del forense. Cuando testificó, dijo que sólo había llegado hasta el vestíbulo del hotel, donde vio a su mujer y a su amante de la mano. Confesó que entonces se fue y condujo durante un tiempo, tratando de pensar en qué hacer con su vida después de lo que había visto. Pero las pruebas de ADN lo inculpaban y dejaban en evidencia su historia. Había estado en la habitación del hotel la noche que su mujer murió. Recordó otro titular de la prensa. «El médico queda fuera de toda sospecha». Por lo visto, las pruebas de ADN se habían contaminado en el laboratorio. Un error humano. Por supuesto, todo el país lamentaba lo sucedido y ahora todos decían que nunca creyeron en su culpabilidad, siempre había parecido un buen hombre… Pero Paula pensó que ya no parecía tan agradable. No podía quitarse de la cabeza cómo la había mirado sólo segundos antes. Aunque nunca había hablado con él, sentía como si lo conociera ya. Y no  se refería a los detalles estúpidos, como su color favorito y cómo tomaba el café. Lo que tenía claro era que se trataba de un hombre honesto y muy leal con aquéllos que quería. Ella sabía de él las cosas que verdaderamente importaban. Por esa razón, decidió intentar que la escuchara. No iba a darse la vuelta y volver a casa.

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