lunes, 20 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 38

 –Ojalá pudiera empezar de cero y ser un padre distinto. La cárcel ha hecho que esté siempre enfadado. Con todo y con todos. No eres sólo tú. Y ojalá no fuera así –añadió con emoción en su voz–. Te quiero muchísimo. Y lo siento de verdad.


Valentina alargó la mano y detuvo el recorrido de una lágrima en la mejilla de su padre. No podía creerse que su padre estuviera así. Ella también rompió a llorar. Pedro la abrazó con fuerza y ella se colgó de su cuello. Se quedaron así mucho tiempo, balanceándose de forma casi imperceptible. Después, él se apartó para mirarla a los ojos. Estaba aún confusa, pero ya no lo miraba con ira.


–Lo digo de verdad, mi amor. Quiero intentar cambiar y hacerlo mejor a partir de ahora. No puedo prometerte que lo vaya a hacer todo bien, pero voy a poner todo mi empeño. Eres todo lo que tengo y no quiero perderte.


Ella asintió y sonrió. Pedro supo que lo había perdonado.


–Ponte de pie y enséñame de nuevo lo que llevas. Siento haberte gritado antes. Creo que me sorprendió verte tan mayor. Me daba miedo perder a mi pequeña –le confesó–. Es muy bonito. Estás preciosa con esa ropa. Me recuerdas a tu madre.


–¿De verdad?


–Claro. Vas a ser la más guapa del baile.


–Sólo es una estúpida fiesta, papá –repuso la niña sonrojándose.


–Bueno, entonces serás la más guapa de la estúpida fiesta.


La niña rió y lo miró. 


Aún tenía los ojos rojos. No entendía por qué le había costado tanto ser honesto con ella en el pasado. Sospechaba que la presencia e influencia de Paula tenía mucho que ver con todo aquello. Ese pensamiento le recordó lo que acababa de pasar abajo. No tenía ni idea de qué hacer con esa situación. Había sido el beso más increíble de su vida y lo peor de todo era que se moría de ganas de bajar y repetirlo. Se pasó las manos por el pelo y miró el reloj. Tenía que llevar a su hija a la fiesta en media hora. Pensó que podría hablar con Paula cuando volviera. Pero no sabía qué iba a decirle, todas las opciones sonaban patéticas en su cabeza.



Paula cerró la puerta de su dormitorio y se apoyó en ella. Pedro acababa de ir a llevar a Valentina a la fiesta y ella había corrido arriba a esconderse. Se llevó de nuevo los dedos a la boca. Antes de perderse de nuevo recordando el beso, fue hasta el armario y bajó su maleta más grande. La puso sobre la cama y la abrió. Después fue a los cajones y empezó a vaciar su ropa en ella. No seguía ningún orden, sólo quería llenar la maleta. Ya no podía quedarse allí. No sólo porque Pedro la hubiera besado, sino porque ella también se había dejado llevar por el momento con entusiasmo. Y lo peor de todo era saber que no se trataba sólo de algo físico. El beso no había hecho sino cristalizar unos sentimientos que ya había reconocido, empezaba a importarle demasiado.

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