viernes, 17 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 34

 –Sí, pero el sábado la han invitado a una fiesta y no quiere ir porque no tiene nada que ponerse que esté de moda.


–¿De moda?


–Así es. Quieres que se integre, ¿no? Pensaba llevarla a Torquay y comprarle un conjunto. A lo mejor incluso la llevo a que le corten el pelo.


–¿Es importante para una niña de once años ir a la moda?


–Bueno, el hecho de que le molesta lo de la fiesta quiere decir que está intentando encajar, ser parte de un grupo. Es una buena señal, ¿No?


–Me parece bien, siempre y cuando no vuelva pareciendo una de las Spice Girls.


–Las Spice Girls se separaron hace años.


–Ya, ya lo sé. El viernes te daré algo de dinero para cubrir esos gastos.


–Genial –repuso ella mientras comenzaba a meter en el cajón los cubiertos limpios.


–Paula…


–¿Sí?


–¿Está todo bien? Siento como si algo pasara y no me lo estás contando, me da la impresión de que me has estado evitando estos últimos días.


–No, qué va –contestó ella concentrándose en cucharas y tenedores.


–¿Estás segura?


–Sí, no pasa nada.


Pedro pudo oír las risas desde su despacho. Las chicas habían vuelto de su día de compras. No entendía cómo podían haber tardado tanto en encontrar un vestido bonito y en cortarle el pelo. Fuera como fuera, parecían habérselo pasado bien. Aunque hubiera sido sin él. Habría dado cualquier cosa por oír a Heather reírse así cuando estaba con él. Se quitó las gafas y dejó la revista de medicina que había estado leyendo. Sabía que era importante que fuera a apreciar sus compras. Lo había aprendido de Ivana. Ella gastaba más deprisa de lo que le costaba a él ganar ese dinero. Y lo que le gustaba no eran las cosas, sino la idea de ir de compras. Había sido vivaz y siempre llena de energía. Aventurera, su personalidad y belleza le atrajeron desde un primer momento. Le extrañó que se fijara en él. Cuando la relación se formalizó, Pedro pensó que sus personalidades, tan distintas, se complementarían. La noche que la vió entrar en el hotel con su jefe se quedó devastado. Se levantó y salió del despacho. Tras los años en la cárcel, había olvidado cómo ser una persona normal y expresar sus sentimientos, pero aún le dolía la traición de ella, eso no había quedado arrinconado en su pasado. Se acercó al vestíbulo y se encontró con Paula, que le bloqueaba el paso.


–¿Puedes esperar un minuto?


–¿Cómo?


–¿Puedes esperar aquí un momento? Valentina quiere que la veas lista para la fiesta.


–¡Puede entrar, estoy arriba!


Paula se movió para dejarlo pasar, pero el espacio era estrecho y se acercó a ella lo suficiente como para oler el perfume que sin duda se había probado en los grandes almacenes. No le gustó, le recordó a Ivana. Y le molestaba aún más hacer comparaciones entre Ivana y Paula. Sabía que no venían a cuento. Lo único que tenía claro era que quería que Paula fuese diferente a su mujer. No hubiera soportado saber que esa mujer, cariñosa y tranquila, fuera en realidad de otra manera. Pocos minutos después, ella entró en el salón.


–Con ustedes, la señorita Valentina Alfonso–anunció ella con un ostentoso ademán.

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