viernes, 10 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 18

Paula no podía seguir escuchándola. Cada vez que hablaba con su madre, ésta acababa recriminándole que estaba echando a perder su vida, no como su hermano, que era poco menos que perfecto. Al lado de él se sentía muy poca cosa. Cuando su madre renunció a que siguiera los pasos de su hermano Justin y fuera a Cambridge, estableció un plan alternativo para que su hija se formara como niñera y pudiera cuidar de los hijos de alguien de la alta nobleza inglesa. Eso le habría dado algo muy suculento de lo que hablar durante las meriendas con sus amigas. Suspiró. Había hecho todo lo que había podido para conseguir que sus padres estuvieran orgullosos de ella, pero parecía que nunca era lo suficiente. Incluso pensaba que una de las razones por las que se había casado con David, uno de los amigos de la universidad de su hermano, había sido conseguir la aprobación de sus padres. La voz de su madre la llevó de vuelta al presente.


–Bueno, voy a tener que dejarte, tu padre está empezando a impacientarse.


–Adiós, mamá. Dale un abrazo a…


Pero su madre colgó antes de que terminara de hablar. Paula fue hasta el frigorífico sin dejar de mirar el teléfono. Su madre ni siquiera le había preguntado adónde iba ni cuánto tiempo iba a estar fuera. Se guardó de nuevo el móvil y siguió preparando el aliño para la ensalada. Estaba midiendo la cantidad de vinagre cuando oyó la puerta de la cocina. Era Pedro. No sabía por qué estaba tan segura de que era él. Pero parecía tener un sexto sentido para reconocerlo. Agregó el aceite a la mezcla y esperó a que él dijera algo. Se le erizó el vello de la nuca, se sentía observada y eso la ponía nerviosa, así que se vengó agitando el aliño con la fuerza de un tornado. Acabó girándose lentamente, no podía soportarlo durante más tiempo. Sus miradas se cruzaron.


–¿Puedo ayudarte con algo, Paula?


Ella negó con la cabeza.


–No, casi está listo. Si quieres puedes avisar ya a Valentina.


Pero él siguió en el umbral de la puerta, simplemente mirándola. Ella le aguantó la mirada, controlándose para no ponerse más nerviosa. Después, Pedro desapareció sin decir una palabra. Pareció quedarse una sombra en el pasillo, donde él había estado segundos antes, como si la intensidad de su presencia hubiera dejado una huella en el aire. Ella se había quedado con el tenedor en el aire y parte del aliño estaba goteando en el suelo. Rápidamente, metió de nuevo el tenedor en el recipiente y fue a por un papel de cocina. Cuando Pedro volvió con Valentina, la lasaña estaba ya en la mesa y Paula estaba lista, con una manopla en una mano y la paleta de servir en la otra. Valentina se sentó y miró con suspicacia la comida. Paula le sirvió un trozo pequeño. A Pedro, en cambio, le puso una generosa porción en el plato. Esperó, con una ceja levantada y la paleta en alto, a que él le dijera si quería más o no. Él asintió de forma tan entusiasta que Paula no pudo evitar sonreír al poner otro trozo en su plato.

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