miércoles, 29 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 55

Y sabía que, aunque pudiera, tampoco quería. Paula lo besó entonces, primero con timidez, pero no tardó mucho en ser él el que se estremecía, aunque no precisamente de frío. Había soñado con ese momento, con tenerla entre sus brazos y dedicar tiempo a explorar cada centímetro de su cara y sus labios. Con las manos, le recorrió la espalda hasta llegar a la hendidura de su cintura y su trasero redondo. La realidad era mejor de lo que se había imaginado. Con Ivana había tenido química, pero todo se había ido esfumando con los años. Todo era distinto con ella, no era sólo atracción física. Quería tocarla, sentir su piel, respirar su aroma. Pero no por el deseo que crecía en su interior, sino porque con cada caricia y beso le decía cómo se sentía. «Te quiero», le dijo en silencio. Y no sólo estaba fascinado con su cuerpo, sino también con su mente, su fuerza y su corazón. Las caricias eran la mejor manera de expresar su amor sin hablar, porque lo que sentía por ella iba más allá de las palabras. Era tal la intensidad que le costaba entenderlo. Paula suspiró y apoyó la frente contra la de Pedro.


–No podemos quedarnos aquí toda la noche besuqueándonos como dos adolescentes.


–¿Qué es lo que sugieres, entonces? ¿Que subamos a tu habitación como le dijiste a tu madre? Creía que lo habías dicho sólo para asustarla –repuso él riendo.


Ella dejó de respirar. Pedro se preguntó si ella había pensado que hablaba en serio. Sabía que no sería buena idea dejarse llevar, antes quería estar seguro de que ella estaba preparada. Se quedaron en silencio y supo que ella estaba pensando también en ello. Entonces sintió que se encerraba en sí misma. Seguían abrazados, pero estaba en tensión.


–No hagas eso, Paula.


–¿El qué?


–No lo sé. Eso que haces, como si te estuvieras distanciando…


–Estoy aquí mismo, no me he movido.


–Ya sabes a qué me refiero. Estaba bromeando, ¿Sabes? No tenemos por qué hacer nada. La idea de acostarme contigo es más que tentadora, pero puede que no sea la mejor forma de comenzar una relación que puede ser complicada.


–¿Complicada? ¿Por qué? –preguntó ella a la defensiva.


–Para empezar, tenemos que pensar en Valentina.


Ella lo miró a los ojos. Parecía asustada.


–¿Crees que no le gustará la idea? ¿Crees que es mejor detenerlo antes de empezar?


–¡No! ¡Claro que no!


Pedro tomó su cara entre las manos para obligarla a mirarlo a los ojos, para que viera que hablaba en serio y que estaba loco por ella.

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