viernes, 3 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 6

 –Por el trabajo de niñera –añadió Paula.


Por fin se dió cuenta de lo que decía. Vió cómo su rostro se transformaba levemente en su presencia. Aún la miraba con dureza, pero no con tanta furia como antes. Ahora parecía estar más a la defensiva y menos dispuesto a atacarla.


–Llega tarde.


–Lo sé y lo siento mucho. Pero es que me…


–Será mejor que pase.


Él se giró y fue hacia la casa por la puerta por la que había entrado. Paula estaba a punto de seguirlo cuando recordó el estado en el que se encontraban sus zapatos. Ahora que se había calmado un poco no quería enfurecerlo de nuevo dejando la casa llena de barro. Se sentó en un banco que había en la habitación e intentó quitarse las zapatillas sin mancharse las manos demasiado. Tardó un poco, pero lo logró y dejó su calzado bajo el banco. Después, colgó su forro polar de un gancho en la pared. Intentó animarse. Quería controlar su miedo. Pensaba que, al fin y al cabo, él era el que tenía que disculparse por su actitud. Pero se quedó parada. Sus pies, ahora sobre el frío terrazo, estaban helados. Iba a tener que entrevistarlacalzada y eso lo hacía sentirse en desventaja. La cara de Pedro apareció de pronto en la puerta y ella no pudo evitar estremecerse.


–Es por aquí –le dijo mientras señalaba el pasillo tras él.


No le quedó más remedio que seguirlo por la casa hasta llegar a la cocina.


–¿Café? –ofreció él.


No esperó a que le contestara y se dispuso a llenar la cafetera de agua. Era surrealista, se comportaba como si no hubiera pasado nada unos minutos antes. Se imaginaba que había pocas probabilidades de que se disculpara con ella, pero no le importó. Hacía tanto que no escuchaba una explicación por parte de un hombre que había empezado a pensar que eran genéticamente incapaces de pedir perdón. Al menos sabía con lo que se enfrentaba, los siete años de matrimonio con David le habían proporcionado mucha experiencia en ese terreno. Se dió cuenta de que la estaba observando. Se sentía como si estuviera en el colegio y acabaran de mandarla al despacho del director.


–Me dijeron que intentarían enviar a alguien, pero pensé que no íbamos a tener suerte.


–¿Cómo?


Él frunció el ceño.


–Hablo de la agencia. La señora Pullman dijo que iba a intentar encontrar a alguien, pero que no tenía mucha esperanza. Como no llegó a tiempo, pensé que no había encontrado a nadie.


–Bueno, aquí estoy. ¡Por fin! –repuso ella intentando parecer alegre y resuelta–. No se preocupe por lo de antes, lo entiendo perfectamente.


–Bueno, como sabe, soy Pedro Alfonso. La señora Pullman no me dijo su nombre.


–Me llamo Paula Chaves, pero me llaman Pau.


–Como los ángeles.


–¿Perdón?


–Como los nombres de los arcángeles en inglés. 


Ella lo miró con suspicacia. Se preguntó si estaría riéndose de ella. Su rostro no dejaba entrever nada. De hecho, parecía haber olvidado cómo reírse.


–Nunca había pensado en ello –repuso ella.


Él asintió con la cabeza.


Nunca había conocido a nadie tan enigmático y callado como él.

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