viernes, 17 de marzo de 2023

Una Esperanza: Capítulo 32

Paula estaba mezclando colores de sus acuarelas para intentar capturar el tono del cielo cuando sintió que Valentina se le acercaba. Ya sabía quién era sin tener que mirar. Las fuertes pisadas de Pedro siempre anunciaban su entrada.


Valentina era muy distinta. A veces sentía como si la estuviera espiando. Entraba silenciosamente, casi como si temiera que su presencia no iba a ser bien recibida.


–¿Qué tal, Valentina?


La niña se acercó y miró por encima del hombro de Paula.


–¡Eh! ¡Está muy bien! Parece casi una pintura de verdad.


Paula no pudo evitar sonreír. Los niños eran los más sinceros, no había nadie como ellos para hacerle mantener los pies en el suelo.


–¿Cómo es que se te da tan bien? ¿Has estudiado pintura?


–Asistí a algunas clases hace un par de años, pero siempre me ha gustado pintar. De hecho, cuando tenía tu edad quería ser artista.


–Entonces, ¿Por qué no lo eres?


–Bueno, lo cierto es que mis padres tenían otros objetivos para mí.


Valentina puso los ojos en blanco.


–¡Los padres son increíbles!


–Créeme si te digo, Heather, que, comparado con mis padres, tu padre es una joyita. Te quiere de verdad. Lo único que pasa es que está un poco desentrenado en su tarea de padre y necesita un poco de tiempo para adaptarse de nuevo a esa situación.


Valentina no parecía creérselo.


–Ha estado mejorando estas últimas semanas, ¿No?


La niña se quedó callada unos instantes y después asintió con la cabeza.


–A mí me habría gustado estudiar Bellas Artes, pero mis padres no me dejaron, así que terminé siendo…


–¿Una niñera?


–Me gusta mi trabajo. De verdad que me gusta.


Era la verdad. Le gustaba mucho estar allí con ellos. Por primera vez en mucho tiempo se sentía bien consigo misma, con gente que la apreciaba por quién ella era.


–Pero bueno, seguro que no has salido aquí afuera para hablar de mi dibujo, ¿Verdad? ¿En qué estás pensando?


–Me han invitado el sábado a una fiesta, pero no quiero ir. Aunque seguro que Pedro insiste en que vaya.


–¿Por qué no quieres ir?


Valentina se encogió de hombros.


–¿Quién da la fiesta?


–Nicolás.


–¿Nicolás? ¿Al que miras con ojos de cordero cuando crees que nadie te ve?


Valentina parecía a punto de explotar.


–No pasa nada, cariño. Casi tienes doce años, es normal que empieces a fijarte en los chicos.


–¿En serio? –preguntó la niña.


Parecía tan aliviada que Paula tuvo que controlarse para no reír. Valentina necesitaba una madre, alguien en quien confiar. Sabía que Pedro se volvería loco si su hija mencionara chicos, sexo o cualquiera de los temas por los que una adolescente sentía curiosidad.


–Sí, es normal, pero que te interesen desde la distancia. Bueno, ¿Y qué te puedes poner para la fiesta?


Valentina hizo una mueca. Se dió cuenta de que había dado con el principal problema.

No hay comentarios:

Publicar un comentario