lunes, 22 de agosto de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 14

Cuando llegaran a casa, donde Isabella estaría rodeada de sonidos suaves como el CD de música para bebés o el tintineo del móvil sobre su cuna, la niña abriría los ojos como platos. En la pizzería, sin embargo, con el mismo ruido que el aeropuerto de Houston, decibelio por decibelio, entre los videojuegos, los gritos de los niños y la música, Isabella estaba prácticamente comatosa, profundamente dormida en su moisés. Por supuesto, Paula sabía que iba a pagar por ello mas tarde. De ningún modo iba a dormir de un tirón toda la noche, pero casi merecía la pena por tener unos minutos de paz para charlar con Florencia. Menuda ironía. Un mes antes, aquel sitio le habría parecido demasiado ruidoso, demasiado hortera, la antítesis de la paz que tanto buscaba. Estaba adaptándose, evidentemente. Dos mellizos pasaron corriendo a su lado, discutiendo a voz en grito. Uno de ellos estuvo a punto de tirar la copa de Florencia y su amiga torció el gesto, algo raro en ella, que era una alegre y despreocupada rubia. Paula adoraba el natural optimismo de su amiga, pero durante su época universitaria siempre se había preguntado cómo podía alguien estar tan alegre a primera hora de la mañana sin tomar medicación.


–Admito que enamorarme de Damián me ha llevado a soñar alguna vez con una boda, pero este sitio te quita las ganas… –Florencia se mordió los labios–. Ay, perdona. No me refería a Thiago e Isabella. 


Paula dejó su refresco sobre la mesa.


–No pasa nada. Después de ver esto, entiendo que no quieras tener hijos. Tampoco yo estoy preparada, te lo aseguro.


Aparte de los juegos de rigor, la pizzería tenía un laberinto de túneles que llegaba hasta el techo, con ventanas de plástico transparente para que las nerviosas madres pudieran ver lo que hacían los niños. Tanner se había metido en uno de los túneles superiores y estaba mirando tranquilamente lo que hacían los de abajo. A Paula le gustaría que jugase con los demás niños, pero estaba sonriendo, así que mejor no quejarse.


–No puedo creer que haya tanta gente un miércoles por la noche –añadió. Todos los niños debían ir al colegio al día siguiente, incluido Thiago.


–Estarán celebrando algún cumpleaños –sugirió Florencia.


–Eres una santa. Gracias por darme la idea de venir aquí. Isabella se ha quedado dormida y Thiago parece estar pasándolo bien.


Su amiga frunció los labios.


–Me alegra que se porte mejor que la mayoría de estos monstruitos, pero…


–Lo sé, pero el fútbol empieza la semana que viene y tal vez se anime un poco –dijo Paula–. Y no te rías.


Cuando descubrió que ella iba a ser la entrenadora del equipo, Florencia había soltado una carcajada de incredulidad.


–Lo siento, es que no puedo imaginarte con una gorra y un silbato dando charlas a un montón de niños, pero aplaudo tu decisión. Será bueno para tí y para Thiago. Y tal vez para tu vida social.


Paula levantó los ojos al cielo.


–¿Qué vida social?


–Por eso precisamente. No has salido con nadie desde que Santiago te dejó. ¿Debo decir una vez más que estás mejor sin él? Ahora eres libre para conocer a otro hombre.


Aunque era cierto, Paula no estaba precisamente de brazos cruzados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario