miércoles, 24 de agosto de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 17

 –¿Alguna sospecha del departamento de tecnología informática? –le preguntó Javier.


–Creo que sí. Aunque, por el momento, es una intuición.


–Entonces será mejor que vuelvas a la oficina. Deberías vigilar de cerca a las dos mujeres –dijo Javier, preparándose para golpear la pelota.


–¿Qué quieres decir?


–Ganan menos dinero que los hombres y sé que eso les molesta.


Pedro se preguntó si a Javier le molestaría que alguien infravalorase su trabajo.


–¿Crees que el motivo podría ser el resentimiento?


–Podría ser.


–Si les pagases el mismo sueldo que a los hombres no habría razón alguna para que estuvieran resentidas.


–Las programadoras informáticas no ganan lo mismo que los hombres, todo el mundo sabe eso, Pedro.


Pedro apretó los labios. No era buena idea golpear a la persona que le pagaba a uno con un palo de golf, pero mientras volvía a la oficina iba pensando en lo que le había dicho Javier. Aunque él tenía experiencia en robos informáticos, no era un detective. ¿La avaricia sería suficiente para corromper a una persona o Javier tendría razón al decir que el móvil del robo era el resentimiento? Sería más fácil robar a alguien si uno se sentía infravalorado. Pero tal vez no era avaricia, sino desesperación. Alguien que tuviese que pagar deudas o múltiples facturas… Alguien que había tenido que hacerse cargo de dos niños. Ese pensamiento lo dejó helado. ¿Desde cuándo era Paula tutora legal de sus sobrinos? «Eso es una tontería. Paula no ha robado información confidencial para venderla». Recordó entonces lo disgustada que estaba el día que la conoció y la preocupación que sentía por sus sobrinos. El instinto le decía que una mujer tan generosa era incapaz de robar. Además, aunque lo intentase, no podría disimular. Paula Chaves tenía una de esas caras que no podían ocultar nada. Pero en realidad no la conocía y no podía sacarla de la lista de sospechosos solo porque el instinto le dijera que no podía ser ella… O porque tuviera esperanzas de que no lo fuese. Tendría que conocerla mejor, decidió.




«Maldita sea, Florencia». A la mañana siguiente, Paula culpaba al comentario de su amiga por su falta de concentración. «No serán compañeros durante mucho tiempo». Tal vez no, pero por el momento lo eran y debía concentrarse en sus palabras, no en lo guapo que estaba. Se había remangado la camisa, mostrando unos fuertes antebrazos, y su pelo, por una vez, no estaba en su sitio, sino un poco despeinado. Le gustaría tanto pasar los dedos por él y…


–¿Señorita Chaves… Paula? –Pedro había pedido que todos se llamasen por el nombre de pila, pero no daba la impresión de sentirse cómodo–. ¿Me sigues? Pareces perdida.


–Tal vez porque ha faltado a varias reuniones últimamente – intervino Pilar, con falso tono de preocupación–. Si quieres, podemos comer juntas. Yo te contaré todo lo que te has perdido.


Adrián Jenner apartó la mirada y otros parecieron encontrar la superficie de la mesa increíblemente interesante.

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