lunes, 29 de agosto de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 23

Encontrarse con Silvana en el restaurante había hecho que Pedro se sintiera culpable por no devolver la última llamada de Juan Manuel, pero esa no fue la única razón por la que lo llamó al móvil en cuanto volvió a la oficina. Cada vez que pronunciaba el nombre de Juan Manuel era un recordatorio de la amistad que habían compartido durante tantos años. Pensó en su primer año de universidad, cuando recibió la noticia de que su padre había muerto y cómo Juan Manuel, su compañero de habitación entonces, había intentado estar a su lado en todo momento.


–¿Sí? –escuchó la voz de Jake al otro lado del móvil.


–¿Tienes tiempo libre mañana? –le preguntó, a modo de saludo– . Hace tiempo que no te gano al tenis.


Al otro lado hubo una levísima pausa, tras la cual Juan Manuel soltó un bufido.


–Querrás decir nunca. Tirarte al suelo en el último set para ganar un punto no cuenta. Pero podemos vernos mañana después de las cuatro.


La tensión que Pedro sentía desapareció.


–Reservaré la pista y te enviaré un mensaje. Diría que te preparases, pero ambos sabemos que da igual, voy a ganarte de todas formas.


–¿Quién necesita una buena raqueta cuando el contrario eres tú? Podría ganarte con una de madera. Nos vemos mañana, Alfonso.



Pedro estaba peloteando en la pista cuando Juan Manuel apareció. Paradójicamente, mientras él estaba tenso, su amigo parecía más relajado que nunca, seguramente porque se había casado con la mujer de la que estaba enamorado y porque su padre, al fin, había dejado de beber.


–Me alegro de verte –dijo Pedro sinceramente.


–Fue un alivio que me llamaras. Es la primera vez que hablamos desde que te conté que Silvana y yo íbamos a casarnos y pensé que…


Pedro negó con la cabeza.


–Silvana se ha casado con el hombre con el que debía casarse. No puedo estar enfadado contigo por eso.


–Y eso lo dice el hombre que me dió un puñetazo –bromeó Juan Manuel.


–No podía seguir enfadado contigo para siempre –murmuró Pedro, que no quería recordar la noche en la que había perdido los nervios por primera vez en su vida.


Primera y última vez. Esa aberrante pérdida de control había sido completamente desconcertante para él.


–¿No recibieron la postal que les envié?


–Sí, claro, y significó mucho para Silvana. Estaba desolada pensando que había roto nuestra amistad.


–Dile que no se preocupe –Pedro apartó la mirada, avergonzado–. Bueno, si hemos terminado de hablar de sentimientos, yo he venido a jugar.


–Yo también. ¿Al mejor de tres?


–Al mejor de tres.


Eran igualmente habilidosos con la raqueta y ninguno de los dos tenía una clara ventaja, de modo que pelotearon durante un rato hasta que la bola salió fuera.


–Silvana me ha dicho que te vió comiendo con una chica –dijo Juan Manuel, rompiendo el servicio de Pedro.


O no podía contener la curiosidad o estaba intentando distraerlo y, conociendo a Juan Manuel, lo primero parecía más probable.


–Es una compañera de trabajo –respondió. Una a la que estaba vigilando, además. ¿Qué habría ocurrido de haberse conocido en otras circunstancias? Claro que no tenía sentido hacerse esas preguntas porque Paula y él llevaban vidas muy distintas–. Trabajo para Javier Daughtrie, ¿Te acuerdas de él?


–Sí, claro.


–Pues Paula trabaja en su empresa, fin de la historia.


–¿Estás seguro?

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