viernes, 5 de agosto de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 57

 —Ya puede mirar.


Paula no quería mirar; pero como no le quedaba más remedio, acabó abriendo los ojos muy despacio. Parpadeó. Ésa no era ella. Esa chica con mechones dorados no podía ser ella. ¿O sí? Levantó una mano, se tocó el pelo y el espejo reflejó la acción. Tragó saliva y miró al peluquero, que esperaba un comentario.


—Es... Diferente —dijo Paula por fin. 


El peluquero no contestó.


—Nunca he llevado el pelo corto. A mi madre va a... —a su madre le iba a dar un ataque—. Me ha cambiado un poco el color.


El hombre al que había que pedir cita con tres meses de antelación dijo:


—Sólo unos reflejos.


—Gracias —dijo Paula con sinceridad.


El peluquero se dió por satisfecho y, al momento, se acercó a la mujer que estaba sentada en el sillón contiguo, y que le hizo esperar porque se inclinó hacia Paula y le tocó una mano.


—La he visto al llegar y no puedo creer que sea la misma chica.


—La verdad es que yo tampoco.


La chica que le dió el abrigo le informó que el coche la estaba esperando, y Paula salió de la peluquería ansiosa por ver la expresión de Pedro cuando apareciese con su nuevo corte de pelo. Él la vió acercarse y tuvo unos segundos para acostumbrarse a la transformación. Le costaba creer que fuera la misma mujer, lo que veía era un rostro que haría volver todas las cabezas con las que se cruzara, cosa que ocurrió cuando cruzó la calle. Salió del coche, se la quedó mirando un momento y luego dijo:


—Quizá debiera habértelo cortado yo con las tijeras de podar.


Paula le creyó... Un momento, pero sólo un momento. Después, notó el brillo travieso de sus ojos y sintió cómo se le hinchaba el pecho.


—Las quejas dirígelas al demonio de las tijeras, Pedro. A mí no me han dejado tomar baza en el asunto —Paula se metió en la limusina como si estuviera acostumbrada de toda la vida—. Bueno, ¿Y ahora qué?


—Ahora vamos a comprarte zapatos.


—¿Zapatos?


—Los de Mariana te están pequeños y, si te duelen los pies, no podrás estar guapa.


—Lo único que necesito es un par —protestó ella después de que Pedro hubiera apartado media docena de pares de zapatos de noche—. Sólo puedo comprarme un par. Estos plateados están muy bien, son muy parecidos a los de Mariana.


—Estoy de acuerdo.


Y mientras Paula pagaba por los zapatos plateados, Pedro le dió su tarjeta de crédito al dependiente y pagó con ella los otros cinco pares. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario