miércoles, 17 de agosto de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 3

 –Chica, qué mala cara tienes.


Paula tuvo que contenerse para no darle un coscorrón a su compañera, Magalí López, ayudante del director de marketing. Aunque seguramente no hubiera podido, porque para eso tendría que levantar el brazo y no le quedaba energía.


–No he pegado ojo esta noche –le dijo.


Mientras Magalí probablemente llevaba ya media hora trabajando, Paula aún no había llegado a su escritorio. Antes tenía que tomar una taza de café. Con un poco de suerte, la cafeína la despertaría un poco. Ella y los niños habían sobrevivido al puente del Día del Trabajo, pero después de tres días sin colegio, Thiago se negaba a volver y había subido al autobús escolar llorando a lágrima viva. Sabía que era por su bien y que sencillamente estaba haciendo lo que debía, pero había sentido como si lo obligase a caminar por la tabla de un barco pirata… Esa analogía le recordó el accidente de Diego y Ludmila y se le encogió el estómago. Echaba tanto de menos a su hermano que no podía ni imaginar lo horrible que debía de ser para Thiago.


–Todo será mucho más fácil con el tiempo, ya lo verás –estaba diciendo Magalí–. Durante los dos primeros años con mis mellizos pensé que iba a perder la cabeza, pero ahora lo tengo todo controlado.


Paula agradecía el consuelo, pero no le recordó que ella tenía la ayuda de su marido y la de sus padres.


–Seguro que la cosa mejorará algún día. Por ahora, necesito una taza de café.


Magalí hizo una mueca.


–Acabo de servirme la última taza, pero he vuelto a poner la cafetera.


–¡Chaves, muévete! –desde la puerta, Pilar Harrington, impecable con un traje de chaqueta y zapatos de tacón, ladraba órdenes como de costumbre. En realidad, las habían contratado al mismo tiempo, pero Pilar se había convertido en su directa competidora porque eran solo dos mujeres en un mundo dominado por hombres. Paula preferiría que contratasen más chicas en el departamento de tecnología informática, pero en aquel momento tenía otras preocupaciones–. Vas a llegar tarde a la reunión.


–¿La reunión sobre implementación de estrategias? –frunció el ceño, intentando hacer funcionar su cerebro–. No, esa es a las doce.


–La han cambiado a las ocho y media. ¿Ya ni siquiera lees tus correos? Tenemos la reunión ahora mismo porque el nuevo director de proyectos llegará a las doce –Pilar sonrió, una sonrisa que destilaba insinceridad–. Deberías abrocharte bien la blusa, no me gustaría que dieras una mala impresión.


Y luego desapareció, dejando tras ella el tema musical de la malvada bruja de Disney.


–El corazón de esa mujer es tan negro como su pelo –comentó Magalí.


Pilar tenía una melena larga y lisa que caía casi hasta la mitad de su espalda. Paula, en cambio, tenía unos rizos cobrizos que se descontrolaban cada vez que había humedad. Y como vivía en Houston, eso ocurría casi cada día. Algunas mañanas era capaz de controlarlos con una plancha de pelo, pero aquella mañana había tenido que contentarse con sujetarlos con un prendedor mientras atendía a Isabella y Thiago, antes de llevarlos a la guardería y al colegio respectivamente. 

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