miércoles, 10 de agosto de 2022

Tú Me Haces falta: Capítulo 66

Paula se detuvo al ver a Pedro apoyado contra la pared hablando con la empleada que atendía el guardarropa.


—Ah, querida, ya estás aquí —dijo Pedro en tono suave, sonriendo—. Creía que te habías perdido. Nuestra mesa está lista y el chef nos puede matar si dejamos que se enfríe la comida.


Antes de que Paula pudiera decirle lo que el chef podía hacer con la comida y con la mesa, Pedro la tomó del brazo y la empujó hacia el comedor. Si no quería dar un escándalo, la única opción que le quedaba era ir con él. Y eso hizo. Entraron en un comedor de techo bajo y les llevaron a una mesa con vistas al río. Una vela parpadeó, su luz hizo brillar la cubertería. Pedro permaneció de pie mientras el camarero ayudaba a Paula a sentarse; entonces, una vez que la vio sentada, se permitió hacer lo mismo.


—Y ahora, querida —dijo Pedro en tono sumamente suave—, ¿Te importaría decirme qué demonios te pasa?


¿Querida? ¿Y qué debía hacer ella? ¿Pedirle disculpas? ¿Darle explicaciones? ¿Cuál sería la reacción de Pedro si le dijera que no le importaba en lo más mínimo que Iván se fijara en ella, que lo único que le importaba era él, Pedro? No, no podía darle explicaciones.


—Dime, Pedro, con toda esa actitud tuya tan varonil... ¿Impresionabas mucho a las mujeres en los días que eras un playboy?


Paula vió una sombra de perplejidad asomar a los ojos de Pedro; después, él echó hacia atrás la cabeza y rió. Fue una risa inesperada, pero su sonido era cálido, especial, y ella se le unió.


—¿Y bien? —insistió ella tras unos momentos.


—Paula, compórtate.


—No quiero comportarme. Además, me pareces que piensas que soy incapaz de hacerlo —eso hizo que dejara de reír—. Según el periódico de hoy, eras un playboy. Y perdóname, pero me resulta difícil creerlo.


—Bueno, eso fue hace mucho tiempo. Excesos de juventud. 


Así que era verdad. Y no, no era difícil imaginarlo, especialmente cuando Pedro sonreía, cuando sonreía de verdad como estaba haciendo en ese momento.


—Y la respuesta a tu pregunta es sí —continuó él—. Toda esa seguridad en uno mismo impresionaba mucho a las mujeres.


—Ah. ¿Y qué pasó?


—¿Quieres que te describa en detalle mis indiscreciones de juventud?


—No. Quiero saber por qué dejaste de ser un playboy.


—Hice lo que casi todos los hombres acaban haciendo: Dejé de perseguir a muchas mujeres y me concentré en una sola... —Pedro hizo un gesto al camarero que estaba cerca para cuando le necesitasen y éste se acercó a la mesa y sirvió vino en dos copas—. Espero que te guste el vino que he elegido, es uno de mis preferidos.


Paula se lo quedó mirando, después miró el vaso que tenía a su derecha.


—¿Por qué? No voy a beber alcohol, ¿No? —Paula se sirvió agua de la jarra que había en la mesa.


—No me hagas caso, Paula. Tienes derecho a estropear tu vida tanto como cualquiera. Así que... ¿Te parece que empecemos a comer?


Pedro fue a agarrar un tenedor, pero Paula, extendiendo la mano, la puso en la de él.


—Pedro...


Pedro contuvo la respiración, sin importarle lo que ella iba a decirle. Lo único que podía sentir eran los fríos dedos de Paula en la mano, y un inmenso deseo de levantarse y estrecharla en sus brazos. 

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