viernes, 5 de agosto de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 58

 —Paula, vas a tener que disculparme, pero tengo que hacer unos recados. El chofer sabe dónde tiene que llevarte ahora.


—¿Eh? ¿Y dónde es eso?


—El salón de belleza. Tratamiento facial, masaje y todo lo que se te antoje. Está todo arreglado.


Paula miró el bastón de Pedro.


—Quédate tú con el coche, Pedro, yo puedo tomar un taxi.


Pedro notó que no había puesto objeciones al salón de belleza, sólo al coche. Bien, Paula parecía empezar a disfrutar con aquello. Y él también. Levantó el bastón para parar un taxi. 


—Le he dicho a Marcela que te ayude a seleccionar los vestidos. Elige los que quieras porque, lo que no quieras, lo vamos a llevar a una tienda de caridad el lunes.


—Oh, pero...


—Y estate lista para las ocho y media. Tengo reservada una mesa para cenar a las nueve —entonces, Pedro se inclinó y le dió un beso en la mejilla—. ¿Te he dicho que estás absolutamente irresistible?


No esperó a que ella respondiera. Paula aún estaba de pie en la acera, con la mano puesta en la mejilla, cuando el taxi de Pedro se puso en marcha. 



A Paula le dieron un baño de vapor, le hicieron la cera y le dieron un masaje en todo el cuerpo. Le hicieron la manicura y la pedicura y le pintaron las uñas de un color que eligió entre cientos, a tono con el carmín de labios que compró por mucho más de lo que cualquier carmín de labios tenía derecho a costar. Escogió un sándwich en un menú tan grande como una casa antes de que le dieron una clase de maquillaje, la profesora era una mujer que fue capaz de transformar sus muy normales rasgos en algo digno de salir en la portada de la revista Vogue. Volvió flotando al coche y la cara del chofer lo dijo todo.


—¡Vaya una transformación, señorita!


—De patito feo a cisne en un día.


—Yo no diría eso, señorita.


—¿No?


El conductor sonrió.


—Para empezar, no era ningún patito feo.


El conductor era un bromista, evidentemente.


—Creo que será mejor que me lleve a casa, Eduardo. Si voy a pasarme la noche bailando, voy a necesitar antes un sueñecito.


Pero el teléfono estaba sonando cuando llegó a su departamento, su madre quería hablar del programa de televisión, quejarse de que a su hija la hubieran cubierto de pegamento. 


—¿De qué sirve ser amiga del que lleva el programa si no hacen que ganes el premio? —dijo su madre.


—Eso no habría sido justo, mamá —respondió Paula pacientemente.


Pero tampoco era que lo arreglasen para que no ganara. Y ya se estaba hartando de disculpar a Iván en todo momento. Pero de haber ganado, Pedro no habría aparecido para llevarla a casa en la limusina con chofer. No la habría compadecido. No la habría besado. Se preguntó si le resultaría fácil convencerlo de que la besara otra vez con la excusa de que eso pondría realmente celoso a Iván. 

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