lunes, 29 de agosto de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 21

 –Quiero creer que hago todo lo que puedo.


–Seguro que sí –asintió él–. Solo te ví con tu sobrino unos minutos, pero creo que los dos son muy afortunados de tenerte.


–Eso es lo que dice Florencia… Mi mejor amiga, Florencia Wilder. Pero no sé si tienen suerte o no. Thiago aprendió a nadar a los tres años, pero desde que sus padres murieron le da pánico el agua. No quiere ni oír hablar de la playa e incluso tiene miedo de meterse en la bañera – pensando que aquella era una conversación demasiado mórbida para un almuerzo de trabajo, intentó sonreír–. ¿Qué cosas te daban miedo cuando eras niño?


–Cometer errores –respondió él–. Eso me daba mucho más miedo que los matones del colegio.


–¿Tuviste problemas con unos matones? –exclamó Paula, sorprendida. No podía imaginar a nadie metiéndose con un hombre que medía un metro ochenta y cinco.


–Una vez –Pedro sonrió–. Pero Juan Manuel se puso de mi parte y nunca volvió a pasar.


Su amigo de la infancia se había puesto de su lado… Para luego robarle la chica. Qué interesante. Pero después del inesperado encuentro con Silvana, Pedro seguramente prefería no hablar del asunto.


–¿Por qué te daba miedo cometer errores? Todo el mundo los comete.


–Yo intentaba evitarlos a toda costa, de modo que no he aprendido a meter la pata para después recuperarme y seguir adelante… –Pedro hizo una mueca–. ¿De verdad he dicho eso? Debo parecerte el tipo más arrogante de todo Texas.


–No seas tonto, Texas es enorme. Tal vez el más arrogante del golfo –bromeó Paula.


–Vaya, gracias por ponerlo en perspectiva.


La comida estaba rica, pero Paula apenas probó bocado; sus sentidos estaban demasiado centrados en el hombre que tenía enfrente.


–Creo que me preocupaba cometer errores por mis padres –dijo él finalmente.


–¿Por qué? ¿Te presionaban para que sacaras buenas notas?


–No, mis padres eran maravillosos, casi perfectos, de modo que yo quería ser como ellos –Pedro sonrió–. Mi madre sufrió un cáncer de mama el año pasado y yo… No sabía cómo hacer que se sintiera mejor, y pensé que si mi padre estuviera vivo lo habría hecho.


Paula apretó su mano.


–Tu madre es afortunada de tenerte y seguro que agradece mucho todo lo que haces por ella.


Eran unas palabras de consuelo no solo para Pedro sino para ella misma. ¿El cariño que sentía por sus sobrinos sería suficiente? ¿Se acordarían de eso con el paso de los años y olvidarían sus torpezas de primeriza? 

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