miércoles, 17 de agosto de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 2

Un mes antes, Paula habría llamado a Santiago para pedirle ayuda, pero su prometido había salido corriendo en cuanto se leyó el testamento en el que se la declaraba tutora legal de los niños.


–Por favor, entiéndelo, esto no significa que no me importes, Paula. Es que… No estoy preparado para convertirme en padre de familia de repente.


Tampoco lo estaba ella, pero no había alternativa. Era la tía de los niños y debía hacerse cargo de ellos. Desgraciadamente, se sentía inadecuada, incapaz. Necesitaba ayuda. Isabella arrugó la carita y lanzó un alarido tan potente que Paula pensó que se les caería el techo encima. No, más bien necesitaba un milagro. 




Por el altavoz del manos libres, Pedro Alfonso escuchó una voz masculina con acento texano:


–Te agradezco mucho que me hagas este favor.


Pedro comprobó distraídamente los coches que tenía delante. La congestión de tráfico en el centro de Houston era debida a que los niños habían vuelto al colegio, aunque por el calor que hacía parecía pleno verano y no el mes de septiembre. Otras personas se enfurecían en los atascos, pero él estaba demasiado acostumbrado.


–Con el salario del que me has hablado, no sé si esto podría calificarse de favor, Javier.


Aparte del dinero, Pedro se alegraba secretamente del encargo porque sería una distracción. Así no podría pensar en los repentinos cambios en su vida y en la resultante melancolía… Una palabra estúpida que lo hacía parecer el héroe de una novela gótica. Olvidarse de todo, eso era lo importante. Se enorgullecía de permanecer sereno en cualquier circunstancia, pero hacía tiempo que no experimentaba ninguna emoción fuerte y, cuando menos, la oferta de Javier Daughtrie le había parecido curiosa. Era asesor de alta tecnología informática y su trabajo consistía en solucionar problemas o renovar sistemas informáticos, pero era la primera vez que alguien requería sus servicios como espía corporativo. «Seré como James Bond, pero sin el bolígrafo-pistola», había pensado al escuchar la oferta de trabajo. Javier Daughtrie era un antiguo compañero de facultad, propietario de una empresa de ingeniería, y estaba decidido a protegerse de un empleado traidor que, supuestamente, pasaba información a su mayor competidor.


–No podrías haberme llamado en mejor momento –le dijo–. Esta temporada no tengo la agenda tan llena como de costumbre.


De hecho, la había limpiado deliberadamente porque debería estar recién casado en ese momento. Y habría vuelto de su luna de miel para montar la casa… Apretó el volante con fuerza. No estaba enfadado con Silvana, que se había enamorado de su mejor amigo, Juan Manuel, pero se había hecho ilusiones sobre cómo iba a ser su vida y en aquel momento se sentía perdido. Y solo. Su mejor amigo y su ex prometida estaban en Hawai, donde se habían casado en secreto, y su única pariente viva, la madre a la que había cuidado mientras luchaba contra un cáncer de mama, se había recuperado maravillosamente y estaba haciendo un crucero por el Caribe. La gente que más le importaba en el mundo estaba en zonas tropicales y él estaba allí, en Houston, en medio de un atasco. No sabía qué iba a encontrar trabajando de incógnito como director de proyectos informáticos en la empresa de su amigo, pero una cosa estaba bien clara: Necesitaba un cambio.

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