lunes, 15 de agosto de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 76

¿Había vuelto a su hogar con el corazón roto porque Blake había decidido casarse con otra? Sin embargo, se habían abrazado como grandes amigos y Blake la había llevado a casa. Él, por su parte, había estado tan seguro de... Pero no, Blake no podía ser tan sinvergüenza, ¿o sí? Nadie que conociera a Paula podía hacerle eso. Sólo había una forma de averiguarlo, y él tenía que averiguarlo. Tres horas. Tres horas que le parecían tres años. ¿Qué demonios iba a hacer durante el trayecto?


—Siempre hay alguien al que le pasa eso, ¿Verdad?


Pedro miró al hombre que se había sentado frente a él.


—Perdone, ¿Qué ha dicho?


—Que siempre hay alguien que pierde el tren —el hombre indicó con la cabeza la barrera que no dejaba pasar a más gente.


Pedro, educadamente, se volvió. Vió a una joven elegantemente vestida rogándole a la empleada del ferrocarril que la dejara pasar. Llevaba un abrigo oscuro largo, pero fue el cuello de cisne del jersey color melocotón lo que llamó su atención. Era igual que el que Paula se había comprado. Continuó mirando.


—¡Oh, Dios mío, Paula!


—¿Amor? —la empleada del ferrocarril esbozó una enorme sonrisa—. Haberlo dicho antes.


Después, se volvió al guardia que estaba revisando si las puertas estaban cerradas para que saliera el tren.


—Eh, Diego, espera un momento. Una pasajera más para el tren —la mujer levantó la barrera y dejó a Paula pasar—. Vamos, adelante. Y dele un beso de mi parte.


—Ah, menos mal, se han compadecido de ella. ¿Y quién no lo haría, con una sonrisa así?


Pedro no podía creerlo. Paula estaba en Newcastle, se lo había dicho Luciana. ¿Cómo podía estar ahí? Dejó el periódico, se puso en pie y empezó a caminar hacia la cola del tren. Debía estar equivocado, no podía ser ella. Era el color del jersey lo que le había confundido, y también el pelo. Sin embargo, sabía que era ella. Por algún motivo, por increíble que fuese, ella estaba allí...  


Era viernes y el primero de los vagones estaba lleno de estudiantes que volvían a casa a pasar el fin de semana. Paula comenzó a recorrer el pasillo central con la esperanza de encontrar un asiento en alguno de los vagones. 


Pedro recorrió despacio el tren, examinando todos los asientos, buscando un jersey de color melocotón. Llegó al vagón restaurante y, durante un momento, pensó que la había encontrado. Pero la chica que hacía cola para el buffet se volvió en ese momento y a Max se le encogió el corazón al ver que se había equivocado. Volvió la cabeza. Tres horas.


—Billetes, por favor.


—Oh, Dios mío, no tengo billete. He llegado al tren de milagro y...


Aquella voz, aquel acento eran inconfundibles. Sin embargo, debía haber docenas de chicas en ese tren que hablaban como Paula.


—No va a ser un problema, ¿Verdad? No podía esperar. Verá... 

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