lunes, 1 de agosto de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 50

Paula se levantó del sillón como un cohete.


—¡Eso no es justo!


Entonces, se dió cuenta de lo ridículo que era seguir defendiendo a Iván Blake, igual que antes, haciendo de madre igual que siempre.


—¿No lo es? —Pedro se la quedó mirando—. Pues sigo diciendo que, después de todo lo que has hecho por él, mandarte mensaje por medio de su secretaria diciendo que está ocupado no es justo. Y también digo que lo que ha pasado esta tarde no es justo...


—Pero ha sido Vanina...


—Te debe lo suficiente para asegurarse de que nadie te hiciera eso. Debería haber tenido cuidado... —Pedro se interrumpió, era algo que Paula tenía que descubrir por sí misma.


No obstante, la ira que le producía saber cómo la habían tratado le sorprendió.


—Iván no me debe nada, Pedro —Paula se encogió de hombros—. Excepto quizá esas cintas que grabé y los sellos. Ah, y el billete a Londres.


¿Y bromeaba con eso?


—Por supuesto. ¿Quieres que le mandemos el recibo o prefieres que le demos algo en qué pensar de verdad?


—Lo que hice lo hice porque creía en él y porque quería ayudarlo.


—¿Porque estabas enamorada de él? —Ella no contestó y Pedro fue a por la botella de coñac—. La vida es un asco, Paula.


Pedro volvió a llenarse la copa y, tras un momento de vacilación, llenó también, la de ella. Paula tenía razón, Blake no le debía nada. Lo que ella había hecho, por él lo había hecho porque quería, porque había visto algo especial en Blake. Y quizá tuviera razón, quizá fuera ésa la única recompensa que obtuviera porque la vida no era justa y el amor, desde luego, no lo era.


—La vida es un asco —repitió Pedro—. Y después, uno se muere. O quizá no, que es peor a veces. Yo sé mucho del amor y la justicia, Paula. Sé lo que es quedarse en este mundo. 


Pedro la miró antes de continuar.


—Amaba a Mariana hasta la obsesión. ¿Has sentido eso alguna vez? ¿Necesitar poseer algo hasta el punto de pensar que, sin ello, la vida no merece la pena ser vivida?


A Paula le habría gustado negar con la cabeza y decir que no, pero ya no estaba segura de que fuera verdad.


—No podía creer que no me quisiera, que no pudiera amarme —añadió Pedro.


—Pero se casó contigo...


—La perseguí obsesivamente, estaba convencido de que, si se casaba conmigo, lograría que se enamorara de mí. Al poco tiempo, su padre lo perdió todo en la bolsa, fue entonces cuando acudió a mí para decirme que estaba dispuesta a casarse conmigo si yo sacaba del desastre económico a su padre.


—¿Tan rico eres?


—Sí, desgraciadamente —Pedro se encogió de hombros—. Pero lo único que hice fue comprarla. Y cuando conoció a un hombre del que realmente se enamoró, no podía soportar que yo la tocara.


—¿Tuvo relaciones con ese hombre? —la voz de Paula se hizo eco de su perplejidad.


Pedro no tenía idea de por qué le había contado eso. Quizá porque hacía mucho que no hablaba así con nadie. Quizá, en la oscuridad, se sentía más protegido. Pero no podía permitir que Paula creyera que su esposa le había traicionado. 

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