miércoles, 3 de agosto de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 52

 —Y tampoco quiero que te compadezcas de mí. Fui un egoísta, sólo pensaba en mí mismo cuando me casé con ella. De haberla amado lo suficiente, habría salvado de la quiebra a su padre y la habría dejado en paz.


—Ella no tenía por qué haberse casado contigo, Pedro.


—Quería a su familia y lo hizo por ellos. Lo que yo hice, lo hice por mí mismo —Pedro levantó la botella de coñac—. Toma un poco más y te contaré cuál es mi plan.


Pedro volvió a llenar la vacía copa de Paula.


¿Vacía? ¿Cuándo se había bebido todo aquello? Paula se encogió de hombros.


—Está bien, te escucho —respondió ella.


—El plan es muy sencillo, y consiste en, para variar, hacer que el señor Blake te persiga a tí.


Paula volvió la cabeza para mirarle.


—¿Perseguirme? ¿Por qué iba a perseguirme a mí cuando tiene cientos de mujeres que le persiguen a él?


—¿Tienes miedo a que no lo haga?


—Sé que no va a hacerlo.


Pedro arqueó las cejas.


—¿Por qué iba a hacerlo? —insistió ella.


—Quizá por curiosidad. Y quizá porque empiece a preocuparle la posibilidad de que se le esté escapando de las manos algo especial.


Paula negó con la cabeza.


—¿Qué te pasa, Paula? ¿Te da miedo que no le intereses? ¿O te da miedo que sí esté interesado por tí?


—¡No! Es sólo que...


—¿Que qué?


Pedro se inclinó hacia delante, le tomó la barbilla y la obligó a mirarlo. Necesitaba verle los ojos.


—Sé que quieres animarme, Pedro, pero el coñac te está afectando. No puedo competir con la clase de mujeres que rodeaban a Iván esta noche.


La verdad era que Paula no tenía deseos de competir; aquella noche, un velo se le había descorrido de los ojos. Iván utilizaba a la gente; tomaba, pero no daba. Y ella le había dado suficiente.  A la luz de la hoguera, los ojos de ella estaban muy oscuros, ilegibles. Valía diez veces más que cualquiera de las mujeres revoloteando alrededor de Ivi Blake, y Pedro lo sabía. Paula era refrescante, inocente, encantadora, buena y cariñosa. Pero en ese ambiente, no dejaba de ser una buena chica que se había vestido para salir una noche. Necesitaba pulirse para sobrevivir en la jungla en la que moraban los Iván Blakes del mundo. Bien, él podía hacer eso por ella, aunque no era suficiente recompensa por el beso que le había robado. 


—Dame una semana y haré que se hable de tí en todo Londres.


—¿Una semana entera? ¿Va a llevar tanto tiempo?


Como si le importara. Sólo había un hombre que quería que se fijara en ella, y ese hombre parecía decidido a pasársela a otro lo antes posible... Siempre y cuando no interfiriese con el trabajo.


—Déjate de sarcasmos, Paula. No es propio de una dama.


—Soy lo suficientemente dama para saber que dar que hablar no es de damas —respondió ella.


Pedro se encogió de hombros.


—Puede que no, aunque depende de lo que se diga de la dama en cuestión. Lo que sí es seguro es que va a hacer que Vanina tire de los pelos.


—Eso es verdad y es una buena idea, Pedro, pero la verdad es que no creo que Iván me llame; y la verdad es que hacer que Vanina se tire de los pelos no está en mi lista de prioridades.


—Sabes que Blake sentirá curiosidad por saber quién soy yo, Paula. Y también querrá saber cómo nos hemos conocido. Y querrá saber qué has venido a hacer en Londres. Le has dado una sorpresa esta noche, así que no será capaz de dejar de pensar en tí. Además, mañana te verá en los periódicos... Sí, vas a despertar mucho interés. Así que dime, ¿Adónde quieres que vayamos mañana? 

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