viernes, 19 de agosto de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 10

 –Creo que Thiago es sincero al decir que no quería hacer daño al otro niño, pero no debería haberlo empujado. Tarde o temprano, alguien le dirá algo que le haga daño o que le moleste, y responder con violencia no es aceptable.


–Hablaré con él –le prometió ella.


–Según nuestras normas, no tengo más remedio que expulsarlo durante un día. Tendrá que irse a casa con usted y mañana pasará el día en el despacho de la señorita Lee. Después de eso podrá volver a clase, pero antes tendrá que disculparse con el otro niño. Y la profesora hará que el chico se disculpe por burlarse de que Thiago no tenga padres.


–Muy bien –asintió Paula. 


No era lo ideal, pero podría haber sido peor.


–¿Le explicará a su sobrino que no debe volver a pasar?


–Por supuesto.


–Muy bien, entonces vaya a buscarlo. Tal vez debería hablar con la señorita Lee, ella podría aconsejarla. Queremos que Thiago lo pase bien en el colegio, señorita Caine, pero no podemos aceptar que se muestre violento con otros niños.


Seguramente era un buen consejo. Le vendría bien ayuda profesional para tratar con su sobrino, aunque no sabía cómo iba a salir de la oficina para hablar con la psicóloga. Su jefe le había dado dos semanas libres cuando Diego murió y tenía la sensación de que no debería tentar a la suerte. De modo que… ¿Qué iba a hacer con Thiago? ¿Debía llevarlo a la oficina o ir a casa y llamar a una niñera? Ninguna de las dos soluciones la haría quedar bien con su nuevo jefe de equipo.




–¿Prometes portarte bien? –le preguntó Paula cuando llegaron al garaje de la oficina.


Thiago asintió con la cabeza, pensativo.


–Tía Paula, ¿A los niños los pueden echar de otros sitios, aparte del colegio?


–¿A qué sitios te refieres?


–Si Isabella y yo hacemos algo malo en tu casa… –la voz de Thiago sonaba tan temblorosa que a Paula se le rompió el corazón.


–No, no. Yo nunca te echaré de mi casa, cariño. Ni siquiera durante un segundo. Me temo que vas a tener que quedarte conmigo.


El niño la miró a los ojos y Paula casi deseó que no lo hubiera hecho.


–A menos que te mueras.


¿Qué podía decirle? ¿Iba a contarle que era inmortal? Lo abrazó.


–Te quiero mucho, Thiago. ¿Quieres saber lo que he hecho hoy? Te he apuntado en el equipo de fútbol del barrio.


–¿Fútbol? –exclamó el niño.


–Te gusta, ¿Verdad?


«Aleluya».


–Sí.


–Y yo voy a ser la entrenadora. ¿Qué te parece?


–¿Sabes jugar al fútbol, tía Paula?


–Sí, claro –respondió. No era cierto del todo, pero tal vez se le daría bien. No había jugado nunca, pero no podía ser tan difícil–. Pero como hace tiempo que no juego, tal vez deberías darme algunos consejos.


Los ojos castaños de Thiago brillaron, alegres.


–¡Claro!


Pasara lo que pasara aquel día, incluyendo la posibilidad de que su jefe la despidiera, al menos sabía que había hecho algo bien. Llamar al equipo de fútbol del barrio había sido una idea genial. Claro que no podría pagar la cuota si perdía el trabajo.


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