lunes, 1 de agosto de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 49

 —Sí, no me extraña —Paula suspiró y volvió a llevarse el coñac a los labios—. Les falta imaginación, eso es lo que les pasa.


—En fin, parece que ha conseguido lo que quería y que le van las cosas bien. ¿Cómo le ayudaste a empezar?


—Mi madre era miembro del comité que organizaba la fiesta de Navidad del colegio. Yo le pedí a mi hermano que diseñase con el ordenador unos panfletos anunciando a Iván como discjockey, pero con una ropa que no se le reconocía, y dejé uno de los panfletos donde mi madre pudiera verlo.


—Muy hábil.


Paula se rió.


—La directora del colegio se quedó lívida cuando se dio cuenta de quién iba a ser el discjockey, y también mi madre. Pero cuando se enteraron, ya era demasiado tarde para buscar un sustituto. Fue todo un éxito y, con la fiesta, se ganó mucha publicidad.


—¿Y cómo conseguiste eso?


—¿Yo?


—No me digas que no le sacaste la publicidad tú, Paula, me desilusionarías.


Paula se encogió de hombros.


—No fue difícil. Llamé al periódico local, les conté su triste historia y... Así empezó la cosa.


Paula se había ganado la amistad de Iván, pensó Pedro. Se había ganado mucho más que ser untada con una sustancia pegajosa en un programa de televisión.


—¿Y qué más hiciste? Porque estoy seguro de que no lo dejaste ahí.


—Le grabé los ensayos como discjockey y envié las grabaciones a la emisora de radio de allí.


—Bien hecho.


—Me costó que me hicieran caso. Al final, después de bombardearles y bombardearles con las grabaciones, le dejaron participar en un programa. Sólo quince minutos los sábados por la mañana, pero fue un comienzo.


—¿Y después?


Paula miró a Pedro a la boca. Aquella boca la había besado hacía unas horas.


—Después... —por un momento, se le olvidó de qué estaba hablando—. Ah, después también grabé los quince minutos del programa con Iván y mandé las grabaciones a diferentes emisoras de radio en Londres.


—¿Has pensado en dedicarte a las relaciones públicas? —Pedro no esperó a obtener respuesta—. ¿Cuánto tiempo estuviste así?


—Un par de años.


—Y entonces vino a Londres y se olvidó de tí —dijo Pedro con unos celos que le hicieron sentirse cruel, que le hicieron recordar lo que había pasado aquella tarde.

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