miércoles, 24 de agosto de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 19

Era tan diferente a otras mujeres que conocía… Su estoica madre, por ejemplo, o las chicas de la alta sociedad de Houston con las que había salido. O Silvana, que era una persona reservada. Además, él mismo no era una persona extrovertida, así que se sentía un poco incómodo con la gente expresiva. Juan Manuel se metía con él en la universidad porque le dolía romper con las chicas; su mayor temor era que alguna se pusiera a llorar. Una ex novia incluso le había tomado el pelo sobre su naturaleza reservada.


–¿Seguro que eres de Texas? –le había preguntado, burlona–. Los texanos llevan pantalones vaqueros, conducen camiones y cantan canciones country cuando les rompen el corazón. Tú pareces británico.


Su serenidad en momentos de crisis era una de las razones por las que era un buen asesor. Los clientes podían contar con él para resolver cualquier problema y, en aquel momento, su cliente era Javier Daughtrie. Y, a pesar de que a veces lo sacaba de quicio, pensaba hacer el trabajo que le había encomendado. Además, no era una tarea nada desagradable cuando una de las personas a las que debía vigilar tenía unos suaves rizos cobrizos enmarcando un rostro encantador y unas piernas estupendas. Paula esperaba en el pasillo y, sin poder evitarlo, Pedro la miró de arriba abajo con admiración. La primera vez que la vió no se había dado cuenta de lo guapa que era, algo comprensible dado que estaba hecha un mar de lágrimas. Como solo había dos mujeres en el equipo, no era difícil notar las diferencias entre ellas. Pilar, objetivamente hablando, era una mujer muy atractiva, pero con un carácter demasiado agresivo. Paula era más como un retrato que llamaba su atención, invitándolo a encontrar algo nuevo cada vez.


–¿Te apetece ir a algún sitio en particular?


Ella negó con la cabeza.


–No, me da igual. Pero no tienes que llevarme a comer, en serio. Puede que haya estado un poco despistada pero…


–No es eso. Me apetece comer contigo.


–Muy bien –Paula sonrió–. Entonces, vamos a cualquier sitio menos a una pizzería para niños.


A pesar del calor, decidieron ir caminando hasta un restaurante cercano. No merecía la pena subir al coche para recorrer dos manzanas.


–Si voy a tener que correr con un montón de niños en el campo de fútbol necesito hacer ejercicio –bromeó ella.


–Juan Manuel y yo jugábamos al fútbol en el colegio.


–¿Juan Manuel?


–El amigo de la infancia del que te hablé. Yo soy hijo único, pero él es como de mi familia.


Paula asintió con la cabeza.


–¿Entonces siguen llevándose bien?


Pedro se detuvo bajo el toldo del restaurante y abrió la puerta.


–Es complicado.


El frío del aire acondicionado era más que bienvenido y, por suerte, no había demasiada gente. El maître los acompañó a una mesa.


–El problema del menú cuando uno tiene hambre es que todo suena bien –murmuró Paula.


–Sí, es verdad.


–¿Pedro? –escucharon la voz de una mujer.


Una bonita morena con un vestido azul eléctrico se acercó a la mesa. Llevaba el pelo en una melenita perfectamente peinada y Paula tuvo que hacer un esfuerzo para no pasar la mano por sus rizos. Pedro la miraba con cara de sorpresa, pero no parecía precisamente contento.


–Hola, Silvana. No esperaba… ¿Cómo te encuentras? Estás muy guapa, por cierto. El matrimonio te sienta bien.


La joven sonrió.


–Siento interrumpir… soy Silvana McBride.


–Encantada. Paula Chaves.


–¿Juan Manuel está contigo? –preguntó Pedro.


–No, hoy tiene guardia. He venido al centro para ver a mi editor… Acabamos de comer, os recomiendo la quîche de verduras.


–Encantado de volver a verte. Saluda a Juan Manuel de mi parte.


–Lo haré.

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